Cuando Mitt Romney perdió las elecciones contra Barack Obama en 2012, el Partido Republicano encargó un informe para descifrar las causas de la derrota. Y las conclusiones, publicadas en 2013, eran muy claras: para volver a ganar necesitaban llegar más a los latinos, a los negros, a los jóvenes y a las mujeres. Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, fue tajante: “Si hay un mensaje que quiero que escuche todo el mundo es este: sabemos que tenemos problemas, los hemos identificado y estamos implementando soluciones para arreglarlo”, aseguró en la presentación del documento.
Por entonces, un magnate llamado Donald Trump se mostró en desacuerdo en Twitter. “El nuevo informe de la RNC pide apoyar la “reforma integral de la inmigración. ¿Acaso tiene deseo de morir el RNC?”, tuiteó días después. “El informe de la RNC ha sido escrito por consultores de la élite dirigente que fracasaron en las elecciones. Faltos de ideas. Tan solo dan excusas a los donantes”.
Años más tarde, cuando ganó las primarias republicanas, Trump tiró las conclusiones del informe a la basura. Para vencer a los Demócratas no desplegaría un discurso más cercano a los inmigrantes ni a los jóvenes, sino que trataría de robarle votantes a su rival en el Rust Belt (cinturón del óxido). Trataría de atraer a los ‘blue collars’, a los votantes más desencantados con el devenir de la globalización. Esa era la estrategia de Steve Bannon, el gurú de Trump. “Lo que Reince [Priebus] y Paul Ryan se dan cuenta ahora”, le dijo Bannon al periodista Joshua Green después de ganar en 2016, “es que nuestro mensaje era el correcto y que Michigan, Wisconsin y Pensilvania van a ser del Partido Republicano durante toda una generación”.
Bannon, el pensador de Trump, el ideólogo del trumpismo, el ultraderechista que dirigió la avanzadilla de un nuevo grupo de políticos republicanos que tiraron al suelo sus complejos, el «segundo hombre más poderoso del mundo» como lo definió la revista Time en 2017, ha caído por segunda vez en desgracia. Antes, Donald Trump le defenestró meses después de llegar a la Casa Blanca. Pero ahora no es Trump quien le echa, sino la Justicia quien le persigue. Las mismas ideas que le llevaron a ser el hombre que iba a fundar un nuevo movimiento de derecha radical en EEUU y en Europa (el nacionalismo económico más un discurso duro en inmigración) le han llevado a enfrentarse a un proceso judicial que podría por fundir la poca luz que sigue emitiendo su figura.
Hace unos días, fue detenido por presuntamente defraudar cientos de miles de dólares a personas que donaron fondos para la construcción del muro en la frontera con México. Según los fiscales, Bannon y otros tres individuos orquestaron una trama para desviar dinero recaudado en el marco de la campaña «We Build the Wall» («Nosotros construimos el muro», en inglés), que recaudó más de 25 millones de dólares, según las autoridades. El mismo muro que Trump había prometido construir después de haber dicho que los mexicanos «traen drogas, crimen, son violadores”.
Bannon, que ahora está en libertad pero imputado por dos delitos que acarrean hasta penas de 20 años de cárcel, llegó a obtener más de un millón de dólares y a usar parte para cubrir gastos personales, aseguran los fiscales, que también acusan a los cuatro socios de crear una trama para tapar el uso fraudulento de los fondos, con cuentas y facturas falseadas, según EFE.
«La detención de Bannon explica muy bien cómo tanto él como Trump han fracasado a la hora de aplicar las políticas con las que hicieron campaña en 2016”, explica Joshua Green, periodista y autor de la biografía sobre el gurú ‘Devil’s Bargain: Steve Bannon, Donald Trump, and the Nationalist Uprising’, a El Confidencial. Green sostiene que la última caída a los infiernos de Bannon augura el futuro de Trump. “Ahora mismo hay 30 millones de personas sin trabajo, la economía en plena recesión, estadounidenses están muriendo por la mala respuesta de Trump al coronavirus. Además, la visión de Bannon de una política nueva y nacionalista que le daría al GOP el control total de la política está hecha pedazos”.
Hace cuatro años, Trump prometió la vuelta de “millones de empleos industriales”, prometió la vuelta de la época dorada a estados cada vez más vaciados y afectados por la globalización, prometió que EEUU volvería a ser grande otra vez. Detrás de esa estrategia, por supuesto, estaba la cabeza pensante de Bannon, pero también el personalismo y el carisma del empresario. “¿Por qué los líderes del Partido Republicano no pueden ver que estoy trayendo millones nuevos votantes? ¡Estamos creando un partido más grande y más fuerte!”, tuiteó Trump en 2016. Sin embargo, ahora la situación es muy difernte.
“Creo que Trump y Bannon han perdido la batalla de las ideas simplemente porque no pudieron ni quisieron implementar las ideas con las que Trump hizo campaña: en vez de mejorar la economía de la clase trabajadora, Trump y los Republicanos dirigieron su bajada de impuestos a los ricos. La guerra comercial de Trump no ha traído los empleos de vuelta a EEUU pese a lo que prometió. En su lugar, EEUU ha perdido millones de trabajos. Los nacionalistas europeos tampoco lo han hecho mucho mejor porque ellos también han fracasado a la hora de cumplir sus promesas con la clase trabajadora y darles beneficios tangibles”, asegura Green.
Pero, ¿dónde quedó el informe del Partido Republicano? ¿Tenía razón Bannon en despreciarlo y asegurar que había encontrado una nueva forma para ganar un par de estados clave? ¿Funcionará en 2020? Leamos a Ari Fleischer, uno de los autores de la autopsia, antes de las elecciones de 2016: “El hecho es que la demografía de EEUU está cambiando y eso no va a parar… Digamos que Donald Trump gana esta elección por su atractivo a los Demócratas ‘blue collar’”, pronosticó Fleischer. “Igualmente, el informe sería válido para su sucesor. La demografía es la demografía y lo que dijimos sigue siendo importante”.
Efectivamente. Los blancos en Estados Unidos eran el 81% del electorado en el año 2000. El 77% en 2004; 72% en 2012 y 71% en 2016. Y sigue bajando. Y estos datos son muy relevantes porque, mientras los blancos votan más al Partido Republicano, los Demócratas reciben de forma mayoritaria los votos de las minorías.
“Es posible, incluso muy probable, que las elecciones de 2016 fueron algo como el “rebote del gato muerto”, escribió tras la victoria de Trump Stuart Rothenberg en el Washington Post, en referencia al comportamiento en el que los mercados, después de una caída importante, experimentan una subida en un breve lapso de tiempo, para caír de forma estrepitosa después. “En vez de prever el futuro político y demográfico del país, estas elecciones pueden haber sido el último suspiro de una parte del país que quiere volver a la cultura, los valores y la economía de los años ochenta o incluso de los cincuenta”.
Un mal año para Trump (y para Bannon)
Aunque ha evitado el ‘impeachment’, el camino de Trump en los últimos meses ha sido problemático. La muralla sigue sin estar construida y parte de la que ya ha sido levantada se hunde, la crisis provocada por la pandemia funde cualquier halo de esperanza de ‘boom’ económico y los trabajos que se fueron a China no han vuelto. Justo las promesas que consiguieron que Michigan, Wisconsin y Pensilvania se colorearan de rojo en 2016, estados en los que ahora Biden se pone por delante en las encuestas. Pero quizá el gran problema de Trump no sea ese, sino la falta de un discurso de populista sobre el futuro. Dicho de otro modo: ¿echa de menos Trump a Bannon?
Bannon se dio cuenta muy rápido de que la estrella en el universo Trump pertenecía a Donald Trump, no a Steve Bannon
“Bannon fue clave en la victoria de Trump en las elecciones de 2016 porque, básicamente, Trump hizo campaña con las ideas de Bannon”, recalca Green. “Además, Bannon había pasado una década antes que Trump tratando de manchar el nombre de Hillary Clinton, y la combinación de esos elementos permitió a Trump enviar un mensaje que caló a suficientes estadounidenses para ganar la Casa Blanca”. Tras la convención Republicana, no parece que el plan, más allá de reivindicar el partido que defiende la ley y la orden, sea muy atractivo: «Trump está decidido a ignorar el gran tema de EEUU, cómo derrotar la pandemia del coronavirus, y se dedica la gran mayor parte del tiempo a quejarse sobre los Demócratas y los medios. Creo que echa de menos la habilidad de Bannon de diseñar un mensaje potente para decirle al pueblo estadounidense por qué tienen que elegirle a él”.
En su última columna en Bloomberg, Joshua Green auguraba que el ejemplo de Bannon debía alertar a Trump: lo que le había llevado a la Casa Blanca en 2016 ya no existe en 2020. Sin embargo, cabe la posibilidad de que Trump no ganara por Bannon, sino que las ideas de Bannon llegaron al Despacho Oval gracias al magnetismo de Trump.
Un ejemplo de esta segunda teoría: según su biógrafo, Bannon no solo se consideraba el cerebro de la operación, el gurú que había sacado a Trump de los ‘realities’ de la televisión y le había sentado en el despacho Oval. También se veía como su sucesor. “Como casi siempre ocurre, su ego lo arruinó todo. Después de que Michael Wolff le citara cargando contra la familia Trump, Trump acabó con él y le despidieron de Breitbart. Y creo que se dio cuenta muy rápido de que la estrella en el universo Trump pertenecía a Donald Trumpo, no a Steve Bannon. Y entonces creo que se dio cuenta muy rápidamente de que para tener cualquier tipo de influencia en la política del Partido Republicano, que es lo que Bannon quería, tendría que haberse inclinado hacia Trump”.
En la oscuridad, Bannon tuvo que tragarse su orgullo y salir en la Fox apoyando las políticas de Trump pese a que la Casa Blanca había dicho que el exasesor “había perdido la cabeza». A la desesperada, Bannon se convirtió en un activista antiinmigratorio en organizaciones como We Build The Wall para volver a ganar relevancia. Ese mismo muro que, según prometió Trump, pagaría México. La iniciativa prometió que todos esos fondos se destinarían a financiar la gran promesa electoral de Trump, pero esas afirmaciones eran «falsas», apunta el documento de acusación presentado ante un tribunal federal de Nueva York. «En realidad, (…) los acusados recibieron colectivamente cientos de miles de dólares que usaron de forma inconsistente con las manifestaciones públicas de la organización», señala el documento.
“Bannon tenía un mensaje que coincidía con mucha gente en todo el mundo, pero los líderes políticos que le imitaron han fracasado en su mayoría a la hora de cumplir sus promesas. Es así de simple”, afirma Greene. “Y Bannon, a pesar de toda su perspicacia política, no ha tenido un segundo acto”, concluye Green. Pero, ¿lo tendrá Trump? ¿Seguirá el presidente más heterodoxo de la historia moderna de Estados Unidos el camino de su ideólogo? ¿O volverá a ganar demostrando que es su aura y no las ideas de Bannon quien le llevaron a la Casa Blanca? Todo es posible. En cualquier caso, una victoria de Trump demostraría que el informe del GOP de 2013 no era más que eso: una autopsia del Partido Republicano. Pero no de Trump.
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