Donald Trump no asimila que perdió de Joe Biden.

Trump aún no supera derrota le asestó Joe Biden

El jueves, un helicóptero se estrelló en el Sinaí y murieron siete soldados de la misión de paz que vela por que se cumpla el acuerdo entre Egipto e Israel. Aunque entre ellos había cinco estadounidenses, Donald Trump mantuvo silencio al respecto. Joe Biden, presidente electo, se le adelantó en dar condolencias públicamente a las familias de los fallecidos. Aparte de las repetidas denuncias de fraude en redes sociales, el presidente Trump mantuvo, hasta la tarde de ayer, un atronador silencio público sobre las funciones de gobierno y sobre los muchos problemas que, hasta el 20 de enero, le sigue tocando resolver como líder de la primera potencia mundial.

Solo ayer, durante una comparecencia para informar sobre la situación del Covid-19 en Estados Unidos, el presidente dejó la puerta abierta a su salida. Lo hizo explicando que su Administración no iba a aplicar un confinamiento, pero insuando que otra, se entiende que la de Biden, sí podrá hacerlo en el futuro.

No es que el presidente no haya trabajado esta semana, o al menos que no haya hecho horas en su oficina. Normalmente, hasta ahora, este presidente estaba en el Despacho Oval hasta las 18.30, hora en la que solía marcharse del Ala Oeste a la residencia para cenar. Pero esta semana Trump se ha quedado allí en ocasiones hasta pasadas las 20.00. Se sabe esto porque cuando el presidente se halla en su despacho, un soldado del Marine Corps vestido de gala hace guardia ante la puerta de entrada al Ala Oeste, donde están las oficinas de trabajo de la cúpula del Gobierno.

Según han revelado sus asesores, de forma siempre anónima porque todos tienen terror a romper filas y a ser despedidos fulminantemente y por Twitter, el presidente está obsesionado con ver si puede revertir in extremis los resultados de las elecciones, explorando opciones, estudiando demandas, recibiendo pistas de fraude. Está pegado al teléfono, con sus hijos, con sus abogados, con todo tipo de asesores, que le animan a seguir peleando, que tratan de animarle, avivando las llamas de la ira que siente Trump tras su derrota del 3 de noviembre. Sigue la cobertura de los resultados en las televisiones, varias a la vez, todas portadoras de malas noticias.

Airado, el presidente ve con dolor cómo en el resto del mundo, hasta aquellos a los que llamó amigos con orgullo ignoran sus denuncias de fraude y felicitan a Biden por su triunfo. Es el caso de Boris Johnson, en Reino Unido, y hasta Benjamín Netanyahu, de Israel. Y lo hacen en redes sociales, públicamente, ya que la negativa de Trump a aceptar el resultado de los comicios ha hecho que el departamento de Estado retenga todas las notas diplomáticas dirigidas al presidente electo. Dos se resisten, los últimos a su lado, espejos de Trump a derecha e izquierda, Jair Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México.

Aquellos con los que más se ha enfrentado Trump han ido felicitando a Biden con mayor o menor premura. Entre los primeros estuvieron los europeos, Angela Merkel y Emmanuel Macron a la cabeza.China lo hizo finalmente este jueves, por medio de un cable diplomático, esperando que el relevo en la Casa Blanca sirva para acabar con la dura guerra comercial que contra el régimen comunista ha librado Trump.

Consternado, hasta ayer Trump sólo había aparecido en público tras su derrota una vez, para visitar el día de los Veteranos, miércoles, la tumba del soldado desconocido en el cementerio de Arlington, en una ceremonia durante la que mantuvo silencio, con gesto serio y ceño fruncido. Antes de que Biden se proclamara ganador, Trump dio dos conferencias, muy breves y sin preguntas, para denunciar fraude y proclamarse ganador, pero sus palabras no tuvieron en realidad ningún efecto. Nadie, ni su partido, admitió su supuesta victoria. Antes, una sola frase de Trump provocaba terremotos en los mercados. Hoy, es un lamento más, un mordisco sin dientes.

El fin de semana, el presidente fue a su club de Sterling, en Virginia. Mientras jugaba unos hoyos, solo, vestido de sport, con gorra blanca, la CNN proclamó ganador a Biden. Los periodistas que acompañaban de lejos al presidente dijeron que la noticia se la dieron por teléfono. Él tomó la llamada, escuchó la noticia, y no reaccionó, ni dijo nada, y siguió jugando, para volver a la Casa Blanca a la tarde. Aquella noche, cuando Biden dio su discurso triunfal, el presidente se mantuvo terco en su silencio.

Récord de infecciones

Ni siquiera rompió Trump antes de ayer ese mutismo para referirse a los preocupantes datos sobre la pandemia que han descendido sobre EE.UU. en esta aciaga semana: sólo el jueves hubo 160.000 nuevos casos, todo un récord. Han sido contagiados más de 10 millones de personas y más de 240.000 han fallecido ya. EE.UU. es líder mundial en contagios y muertes. En redes sociales, Trump sólo ha lamentado que una suerte de trama conspirativa es responsable de que la empresa Pfizer sólo haya anunciado que la vacuna contra el coronavirus progrese adecuadamente tras las elecciones.

Biden, por su parte, ha creado ya un grupo para atajar la pandemia, y estudia mandar un cierre general de todo el país. Este sería el momento de comenzar a preparar ese duro trabajo, hablando con funcionarios y estimando los recursos a su alcance. Pero Trump ni siquiera ha firmado los papeles necesarios para facilitar el traspaso de poderes, algo para lo que tampoco ha dado explicación ninguna. Simplemente se mantiene en sus trece, sin sentirse obligado a decir nada en público.

En Twitter, el tema principal del que habla Trump es el supuesto fraude electoral. Y la red social censura de forma implacable sus mensajes, alertando de que sus afirmaciones son, por lo general, dudosas. A Trump, ya derrotado, parece no importarle. Se sigue desahogando a diario, contrariado por el resultado, y sin ni siquiera fingir que presta atención a las otras crisis que vive el país. Allí, el presidente dijo ayer: «Durante años, los demócratas han denunciado lo inseguras y manipuladas que han sido nuestras elecciones. Ahora están alabando el maravilloso trabajo que hizo la Administración Trump para hacer de las de 2020 las elecciones más seguras de la historia. En realidad, es cierto, excepto por lo que hicieron los demócratas. ¡Elección fraudulenta!».

Ni condolencias a los soldados muertos en Egipto, ni a los familiares de los muertos por coronavirus, ni tampoco planes públicos de cómo y cuándo evacuará la Casa Blanca, y si lo hará, al final, sin prolongar todavía más esta guerra personal suya.

 

El Motín

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