Un helicóptero Chinook sobrevuela este domingo la embajada estadounidense en Kabul. U.S.Chinook helicopter flies over the U.S. Embassy, in Kabul, Afghanistan, Sunday, Aug. 15, 2021. Helicopters are landing at the U.S. Embassy in Kabul as diplomatic vehicles leave the compound amid the Taliban advanced on the Afghan capital. (AP Photo/Rahmat Gul)

La Casa Blanca defiende la retirada de Afganistán pese a las críticas por la inminente caída de Kabul

La historia se repite. El sobrevuelo incesante de helicópteros Chinook y Black Hawk sobre los tejados de la Embajada de EEUU en Kabul ha acelerado este domingo la evacuación del personal de la legación, como en un calco de la desbandada de Saigón en 1975. Dos salidas marcadas por la sensación de urgencia y la tácita asunción de la derrota, aunque la Casa Blanca insiste en su decisión de abandonar el país centroasiático por impotencia ante la incapacidad de los líderes afganos de asumir su propio destino, la corrupción generalizada y la desmoralización y la penuria del Ejército local. Veinte años de misión de combate, 83.000 millones de dólares invertidos en la formación de los 300.000 efectivos de las fuerzas armadas afganas, se esfuman en el umbral de un nuevo Emirato Islámico -la denominación usada por los talibanes-, cuando el mundo apenas había logrado olvidar las atrocidades del llamado Califato del ISIS en Siria e Irak.

Las fuerzas armadas [afganas] no han sido capaces de defender el país, y eso ha sucedido mucho más rápido de lo que preveíamos. Pero esto no es Saigón”, ha subrayado este domingo el secretario de Estado, Antony Blinken. En declaraciones a sendos canales de televisión, el jefe de la diplomacia estadounidense defendió la retirada, convencido de que los talibanes habrían lanzado la ofensiva aunque las tropas de EE UU permanecieran en Afganistán. “La idea de que se podría haber mantenido el statu quo mediante la continuación de nuestra presencia militar allí es simplemente errónea”, ha dicho Blinken en respuesta a las críticas por la salida pese al rápido deterioro de la situación. Porque además los objetivos que EE UU se marcó en 2001 se han cumplido, subrayó Blinken: acabar con Osama bin Laden y “yugular la capacidad operativa de Al Qaeda”, autora de los ataques del 11-S en EE UU.

Con el traslado de un pequeño grupo de diplomáticos, los que iban a permanecer como retén tras la retirada definitiva de las tropas, a un recinto del aeropuerto internacional de Kabul por tiempo indefinido, además del cierre de la misión y la destrucción de documentos y material sensible, Washington ha soltado amarras de su guerra más larga ante el paseo militar de los talibanes, que este domingo comenzaban a entrar en Kabul, tras una ofensiva lanzada en mayo, cuando arrancó la retirada de las tropas de la coalición internacional. El avance talibán ha revestido un carácter galopante esta última semana, durante la cual han conquistado todas las ciudades importantes, salvo Kabul.

Funcionarios de la Administración de Biden intentaban confirmar a primera hora del día si los radicales seguían a las puertas de la capital o algunos grupos de milicianos se han constituido en avanzadilla en el casco urbano, como adelantó un portavoz talibán, “para garantizar el orden” en las zonas abandonadas por las fuerzas regulares. También resultaba imposible saber si el encargado de negocios, Ross Wilson, y su reducido equipo permanecerán en el aeropuerto o serán evacuados junto con otros conciudadanos, la eventualidad más probable. De hecho Wilson, máximo responsable de la legación, habría abandonado ya el país según la agencia Reuters. Completar la salida de la misión diplomática llevará días, incluso semanas, un periodo durante el cual Washington espera que los talibanes no entren por la fuerza en Kabul. El enviado especial para Afganistán, Zalmay Khalilzad, pidió este sábado a los insurgentes que aplacen su entrada en Kabul hasta el fin de la evacuación estadounidense. Un total de 5.000 soldados -2.000 más de los inicialmente previstos- garantizarán la salida.

Bajo supervisión del Comando Central desde su base de Qatar, el Pentágono sigue al milímetro los movimientos de los insurgentes, que este domingo tomaron la base área de Bagram, símbolo de la presencia militar estadounidense y cuyo mando fue entregado a las fuerzas afganas en julio. Cuartel general de EE UU durante los últimos 20 años, la discreta marcha de Bagram, donde llegaron a concentrarse 10.000 personas, representó de facto el final de la intervención estadounidense en Afganistán, mucho más prolongada que la del Imperio británico en el siglo XIX o la década de presencia soviética en los años ochenta. Aún más preocupante que la caída de Bagram resulta la de la cercana prisión de Parwan, que albergaba a miles de presos, incluidos milicianos de Al Qaeda.

El Motín

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