Yo hablo

Los dueños de diarios se quejan de la falta de comunicación del Gobierno, principalmente del presidente Danilo Medina. Los funcionarios negaron la especie alegando que siempre están disponibles para “los muchachos de la prensa”, la mayoría a sus servicios.

“Yo hablo”. Fue la socarrona respuesta del mandatario a los poderosos dueños de diarios del país. Y es verdad. El presidente habla. ¡Claro que habla, pero no con el pueblo, ni para el pueblo que lo llevó a la presidencia del país!

El presidente parece ciego, sordo y mudo cuando se habla de corrupción, deuda externa, inseguridad ciudadana, narcotráfico y criminalidad, etc. Cuando le preguntan, las pocas veces que la prensa lo intercepta, y cree que no debe hablar, por una razón o por otra, Danilo se acoge a la Quinta Enmienda de los Estados Unidos (silencio).

El presidente habla sobre temas trascendentales en el Palacio Nacional con gente distinguida y muy importante, co los miembros del Comité Político y con determinados círculos económicos tanto del país como del extranjero, sin la presencia, a veces molestosas e imprudentes de “los muchachos de la prensa” que generalmente quieren saber lo que no deben.

El presidente habla con hombres y mujeres de alta alcurnia, abolengo y prosapia; con embajadores de Europa, Estados Unidos y algunos de América Latina, principalmente de Brasil y Venezuela (Odebrecht, Tucanos, Petrocaribe).

El presidente habla con diputados y senadores de su partido cuando quiere impartir instrucciones precisas como la modificación de la Constitución, aprobación urgente del presupuesto o el mareo con la ley de partidos políticos, etc.

El presidente habla con sus ministros, principalmente con José Ramón Peralta, sustituto de Roberto Rodríguez Marchena en la vocería oficial, y con Gonzalo Castillo, entre otros.

Claro, el contacto es permanente con el Procurador Jean Alain Rodríguez antes de tomar algunas decisiones como el encartamiento de los imputados en el caso Odebrecht (con la gente del Movimiento Verde no quiere hablar ni una sola palabra).

El presidente es un parlanchín con el ministro de las Fuerzas Armadas, el jefe del DNI y de la Policía por un asunto de seguridad nacional y personal.

El presidente habla en secreto con mucha gente. Con Joao Santana y su esposa Maura; con los ejecutivos de Odebrecht, los mismos que instalaron la oficina de sobornos en nuestro país “por un asunto de seguridad”. Con ellos habla “largo y tendido”, hasta “por los codos”, supongo.

En las “visitas sorpresas”, con un libreto, habla a los campesinos muertos de hambre que apenas saben leer y escribir. Y les ofrece soluciones a sus problemas que no llegan nunca. Pero su prensa, la misma que se queja, lo publica en primera plana cada lunes con grandes titulares.

El presidente habla con su esposa y con sus hijas… ¡No faltaba más! Y con sus amigos más íntimos… (Por supuesto).

Como ciudadano Danilo Medina tiene derecho a no hablar, pero no como el presidente que jura respetar y hacer respetar la Constitución. ¡No!

José Ramón Peralta, que habla todos los días ejerciendo una función que no le corresponde, no es el presidente de la República, nadie fue a las urnas a votar por él. De hecho nadie lo conocía hasta que fue designado en el Palacio Nacional. Quién debe hablarle a la nación, como ocurre en todos los países del mundo cuando se trata de problemas naciones, es el presidente. Nadie más tiene la autoridad ni la obligación de hacerlo.

“Yo hablo”. Si, ¿pero con quién habla usted, señor presidente? ¿Con todos menos con el pueblo?

Juan TH

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