Por Juan López
La elección de un presidente y primer ministro que (este 30 de enero) hizo la oposición política, en franca confrontación con la reiteración del primer ministro Ariel Henry de que, también este año, modificará la Constitución y realizará elecciones, evidencia que la crisis política de la vecina república de Haití se profundiza, empeora y complica con muy negativos presagios.
Desde hace más de una década, Haití padece una grave crisis económica, social, alimentaria, sanitaria y política que incrementa el analfabetismo, el desempleo y la pobreza hasta convertir a sus habitantes en emigrantes en masas confrontando múltiples riesgos de vida y en el país más pobre del hemisferio occidental.
También es válido añadir los dramáticos daños causados a ese pueblo por diferentes fenómenos de la naturaleza (huracanes, inundaciones, fuertes y mortíferos sismos), la inseguridad ciudadana alimentada por violentas bandas y sus frecuentes secuestros, el recién mortal incendio de un camión lleno de gasolina y el vil magnicidio del presidente Jovenel Moise que, hasta la fecha, no se han identificado las motivaciones ni los verdaderos autores intelectuales de ese horrendo crimen.
La ONU, la OEA, los EE.UU y otros importantes miembros de la comunidad internacional han fracasado, rotundamente, en diferentes esfuerzos que se han realizado para ayudar a superar esa múltiple crisis que destruye la dignidad y calidad de vida de los muy empobrecidos haitianos.
Ahora con la decisión de la mayoría de los partidos de oposición (44), unidos a través del «Consejo Nacional de Transición» y varias organizaciones de la sociedad civil haitiana, en asamblea que efectuaron el pasado 30 de enero, eligieron como presidente a Fritz Alphone Jean, ex gobernador del Banco Central, y a Steven Benoit, ex senador, para el cargo de primer ministro. También constituyeron el Colegio Presidencial con cinco miembros.
Estas “nuevas autoridades haitianas” tienen el mandato de conducir los destinos del país durante dos años hasta las elecciones para escoger las autoridades de ese país, en el 2024.
Naturalmente, este nuevo acontecimiento político choca, frontalmente, “echándole un jabón al sancocho” a los planes y acciones que está implementando el actual primer ministro Ariel Henry, procurando modificar la constitución y realizar comicios generales, durante este 2022, para elegir a las “nuevas autoridades haitianas”.
Todo lo anterior evidencia que, lamentablemente, la élite económica, los “líderes” de los partidos y dirigentes de las organizaciones de sociedad civil son cada vez más insensibles, intolerantes, colocando sus intereses particulares y grupales por encima de los verdaderos intereses nacionales; mientras las calamidades diluyen y ensombrecen las vidas de las presentes y futuras generaciones.
Por lo anterior nos preguntamos: ¿Cuáles podrían ser los resultados de esta radical y absurda confrontación política? Con este tétrico panorama, ¿Quiénes se arriesgarán a servir de intermediarios para acudir en auxilio del pueblo haitiano? ¿Hasta cuándo estaremos observando impávidos la gravísima crisis política que destruye a la vecina república de Haití? ¡Ese pueblo merece mejor suerte!
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