«Prehistoria del chismorreo»

Por Ramón Santana (2)

“Todo chismoso es mediocre…”

A lo largo de su existencia el ser humano ha creado muchas herramientas, las cuales han jugado un papel importante en lo que es el hombre hoy en día. Algunos especialistas creen que el chisme, el chismorreo o el chismoso jugaron su papel en un momento determinado cuando la sociabilidad del hombre era algo inevitable. En efecto, la propia etimología de la palabra “chisme” lo dice todo: “Del latin schisma, y este del griego schísma ‘escisión, separación’.”

Es muy probable que la idea misma de la humanidad no se conociera en la Tierra hasta hace unos 25,000 años, porque ¿quién estaba allí para decirle a nuestro antepasado antropoide que era diferente o mejor que otros mamíferos? Nadie había oído hablar de los seres humanos ni sospechado que tales criaturas pudieran ser reales.

Sin embargo, de repente hace unos 15,000 años representantes del género Homo notaron la diferencia animal-humano, especialmente después de haber aprendido a mantener un fuego encendido y que los lobos –luego evolucionados a perros- merodeaban a su alrededor, tratando al hombre con deferencia. Para algunos fue quizás el primer indicio de algo drásticamente nuevo en el mundo de la relación animal-humano.

Pero ¿Qué fue lo que realmente pasó? “La teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de manera sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo.”

Y he aquí una creencia muy personal sobre las mutaciones. Mucha gente cuando escuchan la palabra mutación, creen que se trata de algo dañino. Es un concepto errado. En mi opinión las mutaciones son mecanismos naturales con los que las especies innovan genéticamente y tal innovación, -como todo en la vida- puede resultar positiva o negativa. Las mutaciones en sí nos vienen a confirmar que toda vida conserva inherentemente el sello de la aleatoriedad y no de lo rígido.

Todo apunta a que el hombre al crear su lenguaje definitivamente los otros mamíferos debieron haber comenzado a sentir y respetar algo cualitativamente diferente de la «superioridad» de un género sobre el otro. Y fue a partir de entonces, el dominio del hombre aumentó rápidamente. Indudablemente, este dominio se acentuó cuando el hombre aprendió a cazar animales mayores, a los cuales podía contar con que los dominarían.

Tan solo trate de figurarse; rodear y matar a un animal grande como un mamut –similar al encontrado próximo al Lago de Texcoco en México- requería una estrecha coordinación con los compañeros de caza, lo que estimulaba el lenguaje y la organización social, incluida la división social del trabajo, el reparto de alimentos y las responsabilidades. Probablemente esta ha sido la clave para que la evolución humana no se estancara solo en las características físicas, sino también en las intelectuales.

Pero ¿Cuál fue la necesidad que tuvo el ser humano para crear el chismorreo? Quien mejor explica esto es Yuval Noah Harari en su obra “Sapiens”. Lo que se afirma es que, desde hace aproximadamente 70,000 años, nuestro lenguaje evolucionó como una variante del chismorreo. “La teoría del chismorreo puede parecer una broma“, prosigue Yuval, “pero hay numerosos estudios que la respaldan. Incluso hoy en día la inmensa mayoría de la comunicación humana (ya sea en forma de mensajes de correo electrónico, de llamadas telefónicas o de columnas de periódicos) es chismorreo.”

Uno de los análisis más importantes –en mi opinión- que Yuval hace se conjuga con la problemática del desarrollo y mantenimiento del liderazgo en cualquier estructura social, económica o política. Lo que se establece es que estas estructuras se pueden sostener establemente hasta un umbral de 50 individuos y que con el chismorreo ese umbral se puede aumentar hasta 150 individuos. En otras palabras, no se debe menospreciar la labor del chismorreo, especialmente cuando es utilizado como arma por los chismosos hambrientos de poder.

En conclusión, todos debemos de entender que el chismoso es un personaje prehistórico que lleva en su ADN la carga genética no solo de los antiguos sapiens, sino de los neandertales y hasta de los erectus. Como muy bien describe Roberto Curi Hallal en su obra “La Verdad Bajo Sospecha: Un Estudio Sobre el Chisme”: “Todo chismoso es mediocre. Para ser un chismoso es indispensable tener o adquirir las siguientes características: talento para vender falsificaciones, mediocridad, atracción por lo superfluo, predisposición a perder tiempo con tonterías, maldad elaborada, voluntad de ver el otro sufrir, poco caso con la ética, odio por el odio, envidia de los humanos comunes, entre otras cosas.” Como citaba el propio Curi Hallal: “Quien mucho quiere saber, chismorreo quiere hacer.”

*Ramón Santana, dominicano residente en Teaneck, NJ, USA**

El Motín

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