Oscar López Reyes
El asistencialismo aflorò, abruptamente, como tendencia vanguardista en la antesala de las elecciones del 5 de julio del 2020, propulsada inicialmente por el contendiente presidencial del PLD, Gonzalo Castillo. No obstante invertirse miles de millones de pesos en programas de auxilio social, económica y en publicidad, esconder estratégicamente a los cortesanos de su partido con imágenes de corsarios (para que la “refrescante” marca/candidato no fuera contaminada) y dejarse crecer las barbas, perdió con una diferencia de 617 mil 788 votos (15.06%) en relación con su competidor màs cercano, Luis Rodolfo Abinader.
Nunca antes en una campaña habían rodado tantos “molongos”, “billuyos”, “toletes”, “jàquimas” y “virutas” (oficialmente: màs de 32 mil millones de pesos provenientes de distintas fuentes) para sofrenar la propagación del Covid-19, apoyar a los sectores productivos, preservar empleos y – como ósmosis- respaldar a su candidato, porque se impactarìa positivamente en la población votante.
En esos planes de ayudas y estìmulos económicos, con una pretendida orientaciòn de marketing social-electoral, el gobierno y su aspirante presidencial trabajaron en 10 frentes, abarcativos de amplios segmentos de las clases bajas, medias y altas, tanto del campo como de las ciudades. Recontemos:
1.- Seguridad laboral a 900 mil empleados públicos, con la disposición de no despido durante el estado de emergencia.
2.- El programa “Quédate en casa”, para disponer de 5 mil y 7 mil pesos mensuales a 811 mil familias del “Comer es primero”, y beneficiar a 1.5 millones de hogares pobres.
3.- El Fondo de Asistencia Solidaria a Empleados (FASE), para entregar 8,500 pesos mensuales a los empleados suspendidos en empresas privadas, que acogerìan a más de 754 mil familias.
4.- Proveer liquidez a las instituciones financieras para que faciliten créditos a hogares y sectores comerciales, industriales y agrícolas, para el abastecimiento nacional.
5.- Fondo de garantías y financiamientos a 210 Mipymes, por 125 milllones de pesos, a bajas tasas de interés.
6.- Otorgar prórrogas a empresas y personas en las declaraciones y el pago de los tributos en la DGII.
7.- Eliminaciòn del pago mínimo mensual de la deuda de tarjetas de créditos del Banreservas, e incentivo de 5 mil pesos mensuales a empleados de Salud Pùblica, las Fuerzas Armadas y la Policìa Nacional.
8.- Respaldo a más de 200 mil trabajadores independientes (motoconchistas, saloneras, buhoneros, vendedores ambulantes, taxistas, etc.) por el programa ¡Pa’Ti”,
9.- Distribución de cientos de miles de raciones alimenticias y otros productos de primera necesidad en sectores marginados.
10.- Rescate/canalización por Gonzalo Castillo de màs de 200 dominicanos varados en distintos países.
Estos incentivos buscarían repercutir convenientemente en 5 millones de personas y a favor del gobierno y su candidato, pero resulta que este sòlo sacò un millón 537 mil boletas, lo que significa que tres millones 500 mil favorecidos votaron en contra, vociferando secretamente “cogemos la fundita y no somos peledeìstas”, en un evidente fracaso del asistencialismo clientelar mercurialista.
¿Por qué ese descalabro…?
El “factótum” “multiplex” se balanceò, velludo y destemplado, por los ventanales:
1.- Insatisfacciòn con el gobierno por el manejo de la pandemia, las denuncias de corrupción, la ruidosa ostentación de poder, el oleaje de desempleos, porque las ayudas fueron “pìrricas” o no les llegaron, etc.
2.- Identificado el candidato presidencial como un monaguillo del jefe del Estado para la continuidad, y un jugador improvisado.
3.- Sufragantes no acudieron a las urnas por temor al virus, o desencanto con las autoridades.
4.- Los desproporcionados y repetitivos mensajes publicitarios saturaron cerebros y engendraron una disonancia cognoscitiva.
5.- Intenciòn de sustraer el libre derecho de elección, con el irracional uso de los recursos del Estado.
6.- Pobreza discursiva, refugio en muletillas y esquivamiento del postulado a encuentros, que le quitò puntajes en el eje diferenciador.
7.- Escasa empatìa y procreación de incredubilidad en las abundantes ofertas electorales.
8.- Fingida autenticidad y exhibición de una protagònica solidaridad filantrópica nunca antes conocida.
9.- Entrega de pan, salami, plátanos, sacos de arroz, tanques de gas, mascarillas, manitos limpias y otros artículos de alto consumo en forma desesperada, solitaria e interpretada como poco digna para los para sujetos utilizables.
10.- Pronunciada competencia desleal e imputaciòn de corrupción en el Ministerio de Obras Pùblicas.
(El ex presidente de la Repùblica y candidato de la Fuerza del Pueblo, Leonel Fernàndez, sostuvo que Gonzalo Castillo consumió 100 mil millones de pesos, 60 mil millones de los programas sociales y 40 mil millones de los fondos de pensiones, mientras que el movimiento cìvico Participaciòn Ciudadana afirmó que “el dinero sigue ocupando un rol avasallante en las campañas electorales y en la actividad política”). Como contracanto, esta vez no doblegò la voluntad libérrima del ciudadano en su preferencia.
Este proceso nos lega como lección que para conquistar la mente del elector e inducirlo a la acción favorable, se precisa observar el comportamiento de la mujer, que para mantenerla contenta tenemos que entregarle los cinco dedos de la mano: autenticidad, para que no digan “te conozco bacalao, aunque venga disfrazao”; delicadeza, equilibrio, afectos y pasiòn. La nutrición alimentaria influye, pero no es determinante en la armonización y la adhesión.
Con estos parámetros se puede ensamblar un mapa conceptual, deslindando el marketing social electoral con el marketing social corporativo, con un enfoque teórico persuasivo apropiado de las ofertas tangibles e intangibles, para la apropiada percepción de los integrantes del macroentorno.
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