Obama y el Papa Francisco declaran la guerra al carbón

Me gustaría que mis nietos pudieran nadar en Hawai». Barack Obama ha decidido pasar a la historia como el presidente de Estados Unidos que puso coto a las emisiones de gases de efecto invernadero. «Ningún asunto crea una amenaza tan inmediata a la seguridad nacional», zanjó el inquilino de la Casa Blanca al presentar, después del verano, un plan pionero que fija un recorte del 32% en las emisiones de las centrales térmicas. La nueva normativa medioambiental coincide –incluso se queda por debajo– con el mensaje de la encíclica ‘Laudato si’ promulgada por el Papa Francisco, que aboga por cambiar el comportamiento «suicida» de un sistema económico mundial que ha convertido el planeta en un «depósito de porquería». Obama y Francisco han hecho ya su enmienda a la totalidad ante la cumbre de París para frenar el calentamiento de la Tierra.

Para el Papa la evolución del planeta es un argumento religioso; para Obama, político. Para ambos es una cuestión moral que se dirime en un terreno común, se sea o no creyente. De hecho, este fue uno de los temas estrella durante la visita del Pontífice a Washington. «Reducir el CO2 requiere honestidad, valentía y responsabilidad» y que «no se antepongan los intereses nacionales sobre el bien común», reclamaba el Pontífice en su importantísimo documento. Obama ha recogido el guante y ha colocado el clima en el centro de su agenda política con un programa ambicioso que ha enervado a los republicanos, a la industria del carbón y a los Estados más dependientes de esta fuente de energía. Lo mismo le pasó a Francisco cuando hizo pública su encíclica. El presidente de EE UU pretende liderar la batalla y no está dispuesto a que nada lo socave. El pasado 7 de octubre rechazó la construcción del oleoducto Keystone que aspiraba a transportar 800.000 barriles diarios de crudo desde Canadá hasta Texas, casi 2.000 kilómetros. Sin embargo, autorizó a la Royal Dutch Shell a perforar un pozo en aguas del océano Ártico, frente a las costas de Alaska.

El plan de Washington impone en particular a las centrales eléctricas reducir en 32% sus emisiones de carbono de aquí a 2030. Las plantas de generación eléctrica representan el 40% de las emisiones norteamericanas de CO2, principal responsable del efecto invernadero que está recalentando el planeta. Estados Unidos es el segundo emisor después de China. Ninguna de las dos potencias eran parte del último acuerdo multinacional en la materia, conocido como Protocolo de Kioto. El acuerdo que se negocia en París –el primero en involucrar a todos los países del mundo– incluirá los compromisos de cada cual para limitar la emisión de CO2. Estados Unidos se comprometió a una reducción de entre 26 y 28% de los niveles de 2005 para 2025, y el Plan de Energía Limpia (Clean Power Plan) anunciado por Obama es parte de la estrategia para alcanzar esa meta.

La misión no va a ser fácil. Estados Unidos es el segundo productor de carbón, después de China y antes de India y Australia. Una parte importante de le economía gira en torno a este combustible fósil: el 70% de las operaciones ferroviarias del país son para transportar carbón hasta las 440 térmicas abiertas. A finales de 2012, las minas de EE UU habían producido más de mil millones de toneladas de carbón y cerca del 81% se utilizó para alimentar las centrales locales. El 37% de la energía consumida porcede del carbón, un porcentaje que ha caído por la bajada de los precios del gas y el uso del fracking. También ha generado millones de toneladas de residuos y miles de enfermos. En Europa las muertes derivadas de la polución superan las 430.000 al año. En la presentación del Clean Power Plan, el propio Obama dijo que este proyecto supone proteger la salud, por ejemplo de los asmáticos, un registro que se ha duplicado en los últimos años.

Alarma en Kentucky y Wyoming 

Los recortes anunciados son muy sensibles en el campo político, ya que el carbón sigue siendo la mayor industria del país. Y es un combustible con influyentes defensores, entre ellos, el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, elegido por Kentucky, que ya se ha manifestado en contra. Kentucky es un estado que debe su riqueza, entre otras cosas, al carbón, lo mismo que Tennessee y, sobre todo, Wyoming, con alguna de las minas más grandes de mundo en la cuenca del Powder. Wyoming es un feudo republicano y la Iglesia católica es la más representativa, con el doble de seguidores que la mormona. Además de la oposición republicana, el plan de Obama fue criticado por un grupo de presión pro-carbón (American Coalition for Clean Coal Electricity), que amenazó con probables acciones legales. Obama «está poniendo en marcha un plan ilegal que aumentará los costes de la electricidad y dejará a la gente sin empleo», advirtió.

Además llovía sobre mojado. Cuando se publicó la encíclica del Papa en junio pasado, los escépticos sobre el cambio climático pusieron el grito en el cielo. Entre la clase política también hubo posturas contrarias. «Yo no voy a misa para escuchar hablar sobre política económica y política», declaró el candidato republicano Jeb Bush. La encíclica, en efecto, un alegato en favor del medio ambiente y contra el despilfarro, «es una acusación muy fuerte contra el sistema económico que está en el modo de vida de los estadounidenses», señala Massimo Faggioli, historiador de la Facultad de Teología en la Universidad de ST, Thomas, en Minnesota. En cualquier caso, entre los estadounidenses católicos, solo el 29% considera que la lucha contra el cambio climático es esencial para su identidad religiosa, según las conclusiones de un sondeo del Instituto Pew.

Kentucky y Tennessee deben su riqueza al carbón. También Wyoming, un feudo republicano y de mayoría católicaEntre los estadounidenses católicos, sólo el 29% cree que la lucha contra el cambio climático es esencial para su identidad religiosa.

Los sectores conservadores de Polonia también salieron en defensa del carbón frente a la encíclica ‘Laudato si’. El Papa habla muy claro en el texto en el que urgió a sustituir el uso de combustibles fósiles y desarrollar en su lugar las fuentes de energía renovable con el fin de reducir las emisiones contaminantes. «La mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas –escribe el Pontífice– se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana. Al concentrarse en la atmósfera, impiden que el calor de los rayos solares reflejados por la Tierra se disperse en el espacio. Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles». Ante las evidencias científicas que ratifican este diagnóstico, el Papa señala que «la tecnología basdada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora», urgió.

El mensaje tuvo su eco en Polonia, donde «el carbón y la Iglesia católica son las dos instituciones más fuertes, y que gracias al Papa se encuentran en conflicto», según describía el periódico de Varsovia ‘Rzeczpospolita’ (República) en una radiografía humorística, pero muy ilustrativa de la realidad. La publicación siguió lanzando dardos contra el Papa y la encíclica, que «utiliza la retórica típica de Greenpeace», olvidando que sus argumentos «no suponen verdades reveladas». También lamentaba que el Pontífice se ocupe de problemas «que para la Iglesia son marginales». El Papa no piensa lo mismo.

Es una gran paradoja que el carbón, que impulsó «la riqueza económica de Europa y su unidad política», se haya convertido ahora en un lastre por el calentamiento global. Lo ponía de manifiesto recientemente el periodista Jean Michel Bezart, en ‘Le Monde’, en un artículo en el que se hacía eco de un estudio de la revista ‘Nature’ en el que concluía que para limitar el calentamiento del planeta a dos grados, China e India tendrían que renunciar a explotar el 70% de su carbón, África el 90%, EE UU el 92% y Europa el 78%. Según un informe divulgado por el gruponde presión Carbon Tracker Iniciative, las compañías de combustibles fósiles podrían perder en la próxima década hasta 2,06 billones de euros por el auge de las energías renovables y las medidas para controlar el cambio climático. La factura de la transición energética la cuantifican en 100.000 millones de dólares anuales, que habrá que pagar a escote. Las presiones van a ser titánicas.

‘La dama del carbón’ gobierna en Polonia

Polonia forma parte del pelotón que libera mayor cantidad de anhídrido carbónico al aire. Algunos informes lo cifran en 331,3 millones de toneladas de C02 al año. En el paquete climático aprobado hace un año en Bruselas a Polonia le correspondía reducir en un 40% las emisiones antes de 2030, un objetivo muy difícil de conseguir. Además, los propios dirigentes polacos no están por la labor. Los líderes del partido nacionalista conservador Ley y Justicia han mantenido siempre una línea de apoyo al carbón como principal fuente energética para producir electricidad. Cuando se publicó la encíclica de Francisco, Ley y Justicia, que une en su estrategia y su ideario el apoyo al sector minero y el considerarse adalid de los valores católicos, ya señaló que Polonia debe ser independiente frente a las exigencias europeas.

En Polonia «el carbón y la Iglesia son las dos instituciones más fuertes y gracias al Papa se encuentran en conflicto», se lee en el periódico ‘Rzeczpospolita’

«La encíclica no sugiere que la economía polaca deba cambiar, ni pide renunciar a su base, nuestro tesoro nacional, el carbón. No podemos dejar de extraer carbón, cerrar nuestras minas o las plantas de electricidad que usan este mineral», clamaba la dirección de un partido que en esa época encabezaba las encuestas en intención de voto para las elecciones presidenciales. Los sondeos no se equivocaron. Hoy, la primera ministra polaca es Beata Szydlo, conocida como ‘la dama del carbón’. De valores ultraconservadores y católicos es hija de minero y tiene un hijo que se prepara para ser sacerdote en un seminario de Cracovia. Forjada en la dureza del ambiente minero es una acérrima defensora de la industria del carbón. También pretende soldar aún más los lazos entra la Iglesia y el Estado. ¿Hasta que el Papa Francisco les separe?

Amaurys Florenzán

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