Los informes del BID y de la CEPAL desde años atrás, confirman la apreciación que tenemos del territorio dominicano, lo advierten como una situación de riesgos acumulados por la inacción. Y es, que las sucesivas tormentas, ciclones, lluvias intensas han fragilizado los relieves que conforman la morfología de paisajes aparentemente inofensivos que cada vez más, muestran su descomposición o desagregación y su desestabilización.
Nos referimos a pendientes, cauces de ríos, orillas y terraplenes diminutos, laderas habitadas por poblaciones aisladas, caseríos precarios, tierras explotadas en parcelas pocas productivas o laderas de cañadas invadidas. Cuando, el paso de la tormenta Hanna (4 septiembre 2008), el Centro de Operaciones de Emergencias (COE), informó que 11.580 personas habían sido evacuadas de zonas vulnerables, 2.316 viviendas estaban afectadas y 55 comunidades permanecían incomunicadas.
Debido a la saturación del suelo provocada por el fuerte impacto del huracán Gustav y la tormenta Hanna después, se mantenía vigilancia para los residentes de las zonas con altas pendientes, vulnerables a deslizamientos de tierra y ubicadas en las cercanías de los ríos, arroyos y cañadas, 4 puentes habían colapsados y 3 carreteras estaban afectadas mientas que 14 albergues se mantenían activados en distintos puntos del país (los albergues en general son las escuelas públicas del país que tampoco se ubican en lugares seguros).
Todos los ríos y arroyos del país estaban desbordados como: los ríos La Laguna y Segundo Paso de Samaná, el caño Trujillo de Barahona, también el caño Chacuey de Montecristi, el Buey de La Altagracia, el Boba de Nagua, el Soco de San Pedro, el Ozama, Yavi, Boya, Yabacao, Savita y Socoho de Monte Plata y el Ocoa, el Yaque del Sur, el Medio, Grande y la Cueva de Azua también el Nigua, el Nizao y Yubazo de San Cristóbal, el Isabela y Manoguayabo de Santo Domingo, es decir todos los ríos del país, porque nunca fueron objeto de políticas de preservación pero si de ocupaciones diversas por la persistencia de problemas de fondo sin resolver: el acceso a tierras seguras, el caserío aislado, la pobreza campesina, la urbanización sin límites y las actividades antropogénicas contrarias a la noción de Patrimonio natural, bien común como son las granceras.
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