Bridget Jones: ¿Feminista o víctima del cliché?

El retorno de Bridget Jones es inminente. Y vuelve, además, con unos cuantos kilos menos, un estilazo digno de ‘Sexo en Nueva York’ y un bebé. Cualquiera diría que esta no es la Bridget que hace ya 15 años nos hizo reír a carcajadas con su braga-faja y su sopa azul. Ahora Bridget tiene clase. Ha conseguido todo lo que quería (ser delgada y estilosa), excepto una sola cosa, esa que hace falta en cualquier vida de rom-com: la media naranja. ¡Y tiene dos para escoger! ¿Es esto una traición a los ideales de libertad y anticonvencionalismo que propagaba ‘El diario de Bridget Jones’? ¿Se ha convertido en una víctima del cliché? O, esperen, ¿lo ha sido siempre?

DESTRONAR A BRIDGET

Se han generado muchos comentarios a raíz del estreno de la tercera parte de la historia creada por Helen Fielding. Los medios británicos, los más cercanos al nacimiento y desarrollo de este éxito mundial, han mostrado en las últimas semanas una polarización de opiniones respecto al nuevo aspecto del personaje londinense, y no estamos hablando del extraño cambio facial que Renée Zellwegger ha sufrido desde la última vez que interpretó a su icónico papel.

The Guardian publicó un artículo demoledor que abrió la polémica, titulado ‘Por qué odio a Bridget Jones’ (Why I hate Bridget Jones), en el que la autora criticaba no sólo la nueva imagen, sino todo lo que siempre ha representado el personaje: “Una mujer obsesionada con tres de las cosas más aburridas en el mundo entero: hacer dieta, intentar emborracharte y sentirte mal por ello”. Asimismo, la corona como el paradigma delpost-feminismo moderno, una mujer «consumista y obsesionada consigo misma», a la que, al final, la definen «un par de Manolo Blahniks, un Mr. Big o Darcy, algunos juguetes sexuales y otras tantas noches locas con las chicas». Ah, y comprar.

Así es el retrato que la columnista Suzanne Moore dibuja de Jones, en una punzante crítica a su «individualismo». Y no es la única. Daniel Wenger, de The New Yorker, alinea sus teorías con las de Moore sacando la gran palabra del siglo: millenial. En efecto, según Wenger, Bridget Jones es otro gran paradigma (¡qué acaparadora de títulos!) de los millenial, esto es, aquellas con «sentido del derecho, la tendencia al exceso de uso de las redes sociales y una franqueza que roza la obstinación».

Con todo, la sentencia más dura contra la versión renovada del personaje la realiza la española Lorena G. Maldonado en El Español: «La nueva Bridget es exactamente lo que la antigua Bridget nunca sería: una mujer que no quiere envejecer y se reviste de esfuerzo estériles para pelearle al tiempo».

AL RESCATE DE BRIDGET

No todo son voces negativas para Bridget, ¡así que dejad ese vodka ahora mismo! Como a Mark Darcy en la primera película de la saga, hay gente que le gusta Bridget «tal y como es». Bueno, a Hugh Grant no, porque se negó a participar en la última entrega. Sea como sea, otras publicaciones han promovido alegatos no tanto a favor de ‘Bridget Jones’s Baby’ sino en contra de la demonización de un personaje.

De hecho, VICE publicó un artículo que respondía directamente al texto de Suzanne Moore en The Guardian. “¿Por qué cuando oímos la palabra ‘modelo a seguir’ es para usarla como arma?”, se pregunta Bertie Brandes al inicio del artículo. Lo cierto es que esas críticas que antes analizábamos se enfocan en una visión egoísta y poco feminista de la vida a través de los ojos del personaje. Para Brandes, culpar a Bridget de tener las aspiraciones habituales de las mujeres (entiéndase esta generalización como declaración indirecta de la autora) no tiene ningún sentido, y mucho menos criticarla por no enfocarse en lo importante. «Claro, el tercer film de Bridget Jones podría haber tratado sobre el viaje de Bridget a Libia para salvar a las mujeres oprimidas, sólo para acabar siendo secuestrada y violada por algunos yihadistas, pero la verdad es que hubiera sido bastante difícil encajarlo después con la trama principal», ironiza Brandes. «Todas somos humanas, todas vivimos por y para las trivialidades», concluye.

Para los ‘haters’, Bridget Jones ya no es ‘everywoman’ (como se podía escuchar en la letra de una de las canciones de la banda sonora original del film de 1999). Pero, ¿necesitaba serlo? «La primera vez que leí ‘Bridget Jones’ tenía 12 años y en aquel momento supe que esa mujer neurótica no era un modelo a seguir, sino una recreación cómica», asegura Laura Snapes en The Guardian. «No necesito que reafirme mis creencias. Su improbable existencia en un Londres blanco y sus prioridades en forma de matrimonio-hijos son todo lo que yo no quiero, lo que me recuerda lo que sí quiero. Todo lo que necesito de Bridget es una carcajada», argumenta Snapes.

Y, EN REALIDAD, ¿QUIÉN ES BRIDGET?

Encumbrada al altar del feminismo por ser malhablada, torpe y tener unos kilos de más en una industria que repele a las mujeres regordetas, Bridget Jones se ha convertido en un icono que quizás nunca buscó ser. Su historia se basa (ligeramente) en la obra magna de Jane Austen, ‘Orgullo y prejuicio’, en la que se enuncia, con grandes dosis de ironía, que el objetivo más importante de una mujer es encontrar a un esposo con dinero. Bridget adopta, con todas sus características erróneamente llamadas ‘defectos’, esa premisa de las mujeronas de la época victoriana de Austen, pero lucha contra ellas en una montaña rusa de contradicciones y malentendidos.

¿Puede ser una persona tan impulsiva, alocada y psicótica un modelo a seguir? Puede serlo, pero, francamente, no tiene por qué. Los que la colocaron en el altar del post-feminismo ahora se escandalizan de que haya cambiado, pero todo ha sido un proceso externo a la historia de Bridget Jones. Se puede valorar si la antigua era mejor que la nueva, si esa elegancia que ha ganado en estos años beneficia a un personaje que poseía una idiosincrasia tan personal.

Redacción

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