Un largo ciclo político de la contra-revolución post intervención militar estadounidense parece estar llegando a su fase final, todavía pendiente de nuevas declinacione en el sistema tradicional de partidos en que la misma se ha sustentado.
El primer turno le tocó al Partido Reformista Social-Cristiano-PRSC, el segundo al Partido Revolucionario Dominicano-PRD y el tercero al Partido de la Liberación Dominicana-PLD, incluidos sus grupos satélites y ciertas izquierdas que dejaron de serlo.
La decadencia se ha dado en el mismo orden en que han gobernado, unos persistiendo en su origen conservador y su eterno abrazo con el despotismo y la dependencia, y otros mutándose de posiciones inicialmente avanzadas al campo de las derechas hasta confundirse con la escoria.
El PRSC se extinguió: es simplemente una matricula comprada por el PLD.
El PRD igual.
EL Partido Revolucionario Moderno-PRM, que salió del PRD resistiéndose a ser satélite del PLD -además de disminuido y declinante- tiene también sus entrañas infectadas por el mismo mal devastador que conjugó subordinación al imperio, neo-liberalismo y corrupción por varias décadas.
El PLD, contaminado en grande en su cohollo por el balaguerismo y degradado por el inescrupuloso trepadurismo de quienes lo controlaron después de la inhabilitación de Bosch, asumió la pendiente de la podredumbre.
Quiso salvarse liquidando a los otros y concentrando poder estatal y poder corruptor, y ha terminado ingiriendo en alta escala los purgantes que distribuye, hasta perforarse los intestinos y fraccionarse irremediablemente su columna vertebral.
Como a todo puerco gordo, le llegó su San Martín; incrementando así los riegos de desestabilización de la dictadura institucionalizada que han fabricado; carente ésta de relevo más allá de sus jefes y fracciones enfrentadas: una de ellas tan declinante como sus viejos adversarios balagueristas y perredeístas, y otra aportando un oxigeno parecido al que se le ofrece a pacientes graves que necesitan cuidados intensivos hasta que resulte inevitable la desconexión. Una con Félix Bautista y demás alcancías a cuesta, y la otra sin poder de dejar de exhibir a Boció y a Félix Nova, ambas condenadas o a la colisión estruendosa o a los pactos degradantes.
El progresivo desplome del sistema tradicional de partidos, reducido al rol de un partido-estado condenado a fraccionarse y desgarrarse cada vez más (con algunas treguas esporádicas), podría arrastrar al desastre la institucionalidad dictatorial que su Comité Político forjó y dirigió, y que ya luce imposibilitado de hacerlo como antes e incluso incapacitado de funcionar sin parálisis peligrosas.
La pertinencia de la recreación de movimientos político-sociales portadores de una nueva institucionalidad, mediante una Constituyente Popular y Soberana, se aprecia como insoslayable.
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