Vladímir Putin

Se acaba el tiempo para el presidente ruso Vladimir Putin, y él lo sabe

Por: Jaime Bruno

Mientras continua la grandilocuencia del presidente ruso Vladimir Putin, al proclamar el pasado viernes la anexión de cuatro regiones ucranianas, motiva esto a un profundo análisis de sus palabras y acciones: podría verse como una lectura distorsionada de su propia historia, la usual y aburrida denuncia de supuestas transgresiones y deslices occidentales, o un soplo de alarde de poder. A pesar de todo el adorno en su retórica, fue un discurso típico de Putin, que en muchas ocasiones acusa y sataniza a la OTAN y a las élites occidentales. Pero analizando su oratoria profundamente, su discurso es algo más: un estratégico y calculado plan. En medio de Jactanciosidades y amenazas disimuladas, el presidente expuso tres puntos distintos que, en general, conforman un plan para tratar de consolidar las regiones anexadas con una negociación sobre la guerra y la paz en Ucrania.

En Primer lugar, Putin aseguró en su discurso que las explosiones de esta semana en los gasoductos de Nord Stream fue un acto de sabotaje y obra de Estados Unidos. Esa aseveración absuelve a Rusia de tener que excusar su fracaso, en lo inmediato o en el futuro, para suministrar gas por esa ruta. Tácticamente correcto, pero la acusación también insinúa que Rusia podría tener derecho a responder de la misma manera, y al amenazar sutilmente con atacar oleoductos occidentales, deja abierta una peligrosa brecha en su contra. Indudablemente la importancia del suministro de energía podría adquirir una nueva dimensión: la jugada es clara, reducir los suministros de Rusia, y al mismo tiempo obstaculizar activamente el suministro de energía desde otros lugares.

Segundo, Putin aconsejó que las conversaciones para poner fin a la guerra deberían comenzar inmediatamente. Sugirió a Ucrania un cese las hostilidades y a que retire sus tropas de los nuevos territorios “rusos” y se siente a la mesa de negociaciones. Los ultimátum son frecuentes, tal cual los emitidos al principio de la invasión rusa de Ucrania. Putin reconoció formalmente las llamadas “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk y aclaró que se refería a regiones enteras, no solo a las áreas controladas por los separatistas, exigiendo al ejército ucraniano que se retirara de ambas. varios días después, lanzó su invasión.

Existe una gran diferencia entre el estado de las cosas en la actualidad y la situación en la pasada primavera, cuando la incertidumbre arropó al mundo por la invasión del segundo ejército más grande del mundo a un estado soberano. La humillante retirada de la región de Kharkiv ha empujado a Rusia a anunciar una contradicción: la movilización y la anexión al mismo tiempo, y con una Ucrania respaldada por la comunidad internacional, soldados bien entrenados y armados hasta los dientes con tecnología armamentística de punta, realmente es poco probable que en esta ocasión los ucranianos consideren seriamente la solicitud de conversaciones con Rusia. Por el contrario, Ucrania empujará hasta lograr recuperar el control de sus fronteras al momento de iniciar la guerra, con posibilidad de recuperar a la región de Crimea, anexada por Rusia en el 2014. Además, Ucrania ha dicho repetidamente que la anexión significaría el fin de cualquier intento de negociación con el Kremlin. En términos reales, es como tener ganada una partida de ajedrez y aceptar del contrario un empate, es lógico que los ucranianos, después de lo ocurrido esta semana, deduzcan que sentarse a la mesa de negociaciones sería un grave error. El pueblo y su ejército vería esto como rendirse y lo calificarían como una traición.

El hecho de estar Rusia contra la pared, nos conduce a la tercera puntualización del Sr. Putin: Estados Unidos de América «creó un precedente» al usar armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki en 1945. De manera que no es difícil deducir su sutil insinuación. Si Occidente y la Unión Europea continúan enviando armas a Ucrania y se niegan a presionar a Kyiv para que acepte una solución que satisfaga a Rusia, Putin podría recurrir a la opción táctica y estratégica nuclear.

La explicación clara del uso de un arma nuclear, o incluso hablar de ello, es tentadora y egoísta; independientemente del contexto del uso previo, para Putin y su Rusia poder estar a la altura de los Estados Unidos, Rusia debe demostrar que puede hacer cualquier cosa que los estadounidenses puedan hacer. Este es un concepto simétrico de igualdad y equilibrio que pudiera desencadenar una guerra convencional a gran escala. La posibilidad que Rusia gane una guerra convencional no es incierta, su derrota es segura. Lamentablemente para el Kremlin no hay salida, no se vislumbra una estrategia de salida que pueda hacerse pasar por una especie de victoria.

Para el Kremlin este conflicto se presenta cada vez más como existencial y desean convencer a todos que hablan en serio. Su argumento es: “Muchos no creían que íbamos a invadir a Crimea, a Ucrania o anexar más de su territorio, pero lo hicimos. Ahora no creen que vamos a usar armas nucleares, pero no estamos mintiendo”. Este razonamiento muestra el estado de ánimo en la élite rusa, sin duda es notablemente sombría y fatalista. A nivel popular, las cosas no están mejor; aunque las protestas contra la guerra han sido completamente sofocadas por la amenaza de prisión, las críticas y las declaraciones públicas son casi imposibles de parar. Por el momento el régimen tiene el control total de la situación interna. Por supuesto, existe una gran diferencia entre la invasión rusa de Ucrania y el uso de armas nucleares sobre una nación soberana.

El mundo conoció a una Rusia fuerte, amenazante, pero siempre estable, llamada Unión Soviética, también en la década de los noventa a una Rusia esperanzada, en transición hacia una democracia bajo el liderazgo de Mikhail Gorbachev, Boris Yeltsin y porque no, a un joven Putin con ideas frescas, pero que al paso del tiempo se ha transformado y lo han catalogado como un «chico malo», hackeando y pirateando a Estados Unidos y otras naciones, envenenando a las figuras de la oposición, pero que al mismo tiempo colaboraba con la estabilidad de la exportación de petróleo y de manera ocasional con seguridad nacional de los EE. UU. Pero lo que nadie imaginó es ver nunca a una Rusia desesperada y contra la pared, una Rusia grande y humillada, una Rusia que ha enviado a muchos de sus ingenieros, doctores, programadores, científicos talentosos, soldados y a ciudadanos comunes a la huida por cualquier salida que encuentren. Al momento esta es la Rusia que tenemos, una que ya ha perdido tantos socios comerciales que solo puede sobrevivir como una colonia de petróleo y gas natural de China, una Rusia al borde de la implosión por el alto grado de inestabilidad social… y todo por unos miles de kilómetros cuadrados de territorio ajeno.

El Motín

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