Por José Manuel Vargas González (Vargazo)
Eran las 8:00 de la noche, del domingo 10 de mayo de 1998. Y había concluido el trabajo de la cedulación que se ejecutaba en el centro establecido en la sede de la Junta Electoral del Distrito Nacional, ubicado en el Centro de los Héroes, del sector de La Feria.
Procedí, entonces, llamar un carro taxi de la compañía Apolo Taxi. El cual llegare a los tres minutos. Lo abordé en dirección hacia la sede de la Dirección Nacional Electoral, del Comando Nacional de Campaña del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual estaba situado en la Avenida Bolívar, y justo al frente de la Funeraria La Altagracia. Para llevar el reporte final del trabajo de la cedulación, allí, que me habían entregado.
Una vez en dicho local, penetre al despacho del director Electoral Nacional, del citado comando nacional, el Dr. Virgilio Bello Rosa. Y a quien le hice entrega del mencionado reporte.
El, lo recibió con agrado. Me felicitó por el trabajo que había desplegado. Y, de inmediato, me expreso lo siguiente:” Tienes que estar cansado, José, después de haber tenido un día de jornada agotadora. Vete a descansar. En el camino, tomate un par de cervezas bien fría”.
Me despedí de él. Y salí en dirección a mi casa. Para ese entonces, yo, residía en el Sector Evaristo Morales. Concretamente, en la calle Virgilio Díaz Ordoñez. Edificio Liondy 1. En el Apartamento 302.
En el trayecto, y para tomarme par de cervezas, penetré al colmadito que está ubicado en la acera oeste, de la misma avenida Bolívar, al lado de un pequeño restaurante, y frente al edificio en donde asesinaron a Juan Tomás Diaz, y, Antonio De la Maza.
En efecto. Estando sentado allí, y cuando degustaba la segunda, es cuando miro al televisor. Y observo la aparición en pantalla del comunicador Julio Hazim, quien hace el anuncio del fallecimiento del más grande líder de masas de la República Dominicana.
De inmediato, decidí suspender la bebida. E, irme de nuevo al local del Comando de Campaña. Al llegar, lo encontré que estaba cerrado. El Dr. Bello Rosa se había marchado.
En ese mismo instante, suena mi teléfono celular. Lo tomó en mi mano derecha. Lo observo. Era Una llamada del Lic. Venancio Alcántara Valdez.
Devolví la llamada. Él, me pregunto que sí había escuchado la noticia del deceso del líder.
Sí, le respondí. “En media hora, vamos a juntarnos en mi casa, para ir hacia San Cristóbal, donde vive Peña Gómez”, me expresó. A lo cual, asentí. Y, acto seguido, llamé a la compañía Taxi Anacaona, en donde solicité un taxi.
Apareció antes de los tres (3) minutos. Lo abordé. Y salió de inmediato hacia donde reside Venancio Alcántara, en un edificio de la calle Paseo de los Locutores, en el Ensanche El Millón.
Él, me esperaba. Por lo que, una vez allí, me desmonte del taxi. Y, entonces, abordamos su guagua de doble cabina. Saliendo rumbo hacia San Cristóbal. Al llegar a la vivienda, en Cambita, observamos una gran cantidad de vehículos. Y, además, un gran número de personas.
A los quince minutos del estar allí, y en dirección hacia la ciudad capital, con parada en la Funeraria Blandino, de la Avenida Abraham Lincoln. Arrancó el carro fúnebre, llevando dentro el ataúd donde se encontraba el cuerpo sin vida del timonel del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) desde el 1973. Le seguía una enorme hilera de vehículos. Que hacia interminable la fila.
Al llegar a la citada funeraria, el carro fúnebre penetro en la misma. Las puertas de acceso fueren cerradas. Los presentes todos, entonces, optamos por la retirada a nuestras respectivas casas.
Por durante dos días consecutivos, martes 12 y miércoles 13, y n el Centro Olímpico. Hubo velatorio del féretro de José Francisco Peña Gómez. En donde se dieren citas miles de millares de dominicanos y dominicanas. Jóvenes y adultos, hombres y mujeres, hasta niños, acompañando a su indiscutible e insustituible líder político.
Fueren, esos, días de las presencias de verdaderas escenas sinceras de dolor, llantos, lutos y solidaridad.
El jueves 14 fuere el día escogido para el enterramiento, en el Cementerio Cristo Redentor. Precedido de actos de homenajes, consisten en un par de paradas por el tiempo de una hora.
La primera. En la Casa Nacional del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que en ese momento estaba ubicado en la Avenida Bolívar, esquina con la –también, avenida- Dr. Delgado. Y del cual, reitero, era su líder máximo, guía y timón.
La segunda. En el Ayuntamiento del Distrito Nacional, localizado en el sector La Feria. Y del cual fuere su Alcalde, durante el cuatrienio 1982-1986. El enterramiento del féretro, en el citado campo santo, era, La culminación de lo programado
Y en ningunos de esos actos, de despedida del líder, pudimos participar, Luz del Alba Thevenin, Antonio -“Nano”- Espinal, Miguel Sandoval, Basilio Dotel Méndez, José Manuel Vargas González, Daniel Antonio Sánchez, “Teleantilla”. Victor Leonidas Santana Varona, Obispo de los Sntos, Bolivar Ureña.
¿Por qué razón?
En cumplimiento de una disposición expresa del –para entonces- Secretario General Nacional del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Lic. Hatuey DCamps Jiménez. Y que, además, era respaldada por el Lic. Juan Winston Arnaud Guzmán.
So pena de que, el no cumplimiento de tal disposición, conllevaría el sometimiento ante el tribunal disciplinario. Y, aplicación de sanción de lugar.
Esa disposición nos prohibía: Primero. Acudir a esos programados actos de despedidas; Segundo. Salir del local de la Junta Electoral del Distrito Nacional; Tercero. Abandonar el trabajo proyectado por esa junta electoral local, para ese día, consistente en LAS ENTREGAS DE URNAS Y VALIJAS (que contenían los materiales electorales) A TODOS LOS PRESIDENTES DE COLEGIOS ELECTORALES DEL DISTRITO NACIONAL. Recuerdo que en las motivaciones de tal disposición, el Lic. DCamps decía lo siguiente:” El mejor homenaje a Peña Gómez, de ustedes, sería el permanecer en la sede de la Junta Electoral del Distrito Nacional, velando y garantizando las correctas entrega de las urnas y materiales electorales, a cada uno de los presidentes de mesas electorales”.
No hacer presencia física en esas actividades, constituía un real trago amargo para nosotros. Mas, la misma (disposición) tenía lógica. Pues, era hacernos comprende la necesidad del no dejar de lado la responsabilidad del seguimiento al trabajo de la junta local. Imagínense que lo hubiese sucedido, si nos retiramos para ir a esos actos.
La capacidad de mando del Lic. Hatuey Dcamps quedaba comprobada, demostrada, en esos tres (3) días siguientes al del fallecimiento. Pues, de manera personal, se mantuvo dirigiendo los detalles todos relacionados con el sepelio. Y, también, asesorando u orientando al equipo responsable del trabajo partidario en ese organismo electoral local.
Razón por lo cual, todos, y sin excepción. No sólo y único, le concedimos la razón; Sino que, además, nos quedamos dentro del local. Desde el cual, vimos el féretro y la multitud que le acompañaba, pasar por la calle del frente de la puerta de la junta electoral del distrito nacional, en dirección hacia la sede del Ayuntamiento. Y justo es decir que, en ese mismo instante, los jueces todos del organismo electoral, paralizaron momentáneamente el trabajo de la entrega de urnas.
La última valija se entregó a las seis cuarenta y cinco de la noche y con ello cesaba las labores en dicha junta electoral local.
Agregar comentario