Angel Luis García
La sociedad dominicana ha venido experimentando una serie de cambios que apuntan a grandes transformaciones sociales, que habrán de ser impulsadas desde la política.
Los segmentos poblacionales ubicados en la clase media, evidencian un mayor nivel de conciencia sociales, situación de empujan a exigencias ciudadanas para mejoras en la calidad de la educación en bienestar colectiva del pueblo dominicano.
Encontramos a una juventud no se circunscribe a una clase social ni económica, pero que coincide en reclamar a los actores políticos que enarbolen los valores para la construcción de una sociedad más decente y respetuosa de los derechos civiles y políticos. Esto es lo que se puede concebir como una política pensada en el pueblo.
Esta tendencia impulsada por los jóvenes, por lo que observamos, marcaría una nueva forma del quehacer político, que conllevará cambios significativos en el adecentamiento de la política, pero de manera particular, en el manejo pulcro de los recursos del Estado de quienes asuman el poder. De hecho, estos actores deben promover ideas y proyectos, a fin de trillar nuevos caminos para el desarrollo pleno de la sociedad dominicana.
En el contexto anterior, el futuro de la República Dominicana parece esperanzador y lleno de oportunidades, poniendo fecha de vencimiento a prácticas como la corrupción y el clientelismo político. Significa, de alguna manera, un rompimiento con el pasado.
La nueva generación de políticos, sin olvidar que la pobreza sigue golpeando una buena parte de la población, debe ir desmontando paulatinamente las acciones asistencialistas y populistas. Sería una insensatez negar que en barrios, campos y bateyes hay personas que necesitan comida, medicina, seguridad y empleos.
Lo alentador radica en que existe un ambiente para iniciar las transformaciones que se requieren para la construcción de una sociedad más decente, justa y solidaria, a través de una actividad política pensada en el pueblo.
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