Estados Unidos: Sociedad de doble moral política

Por  Luis Ma. Ruiz Pou

La doble moral es una incongruencia ética en la que se aplican principios distintos a situaciones similares, según convenga el poder, la afinidad o el interés particular. Se lanzan discursos de virtud y valores universales mientras, en la práctica, se actúa con indulgencia ante comportamientos que contradicen esos mismos valores. Es un teatro donde los actores proclaman justicia y moral desde el escenario, mientras tras bambalinas manipulan los hilos del poder con fines personales. Como advirtió Kant: “La autonomía moral comienza por tratarnos como fines y no como medios”.

La sociedad norteamericana ha construido una imagen de autoridad moral global, señalando, condenando y sancionando a otras naciones por corrupción, narcotráfico, terrorismo, violaciones de derechos humanos y crimen organizado. Poseen incluso una especie de “tribunal ético mundial” con capacidad para estigmatizar o certificar la conducta de gobiernos y figuras internacionales.

Sin embargo, esa postura se ve constantemente desmentida por los actos de sus propios líderes, quienes predican justicia, transparencia, respeto a los derechos civiles y antirracismo, mientras aplican criterios distintos dependiendo del actor involucrado. Justifican abusos, minimizan delitos de aliados empresariales, y condenan lo mismo que en casa toleran.

A lo largo de la historia reciente, muchos líderes políticos estadounidenses han estado involucrados en escándalos que evidencian esa doble moral. Algunos ejemplos:

Años 60/70:
John F. Kennedy (1961–1963): Vinculado a relaciones extramaritales con Marilyn Monroe y la espía Inga Arvad, encubiertas por el Servicio Secreto y los medios.
Ted Kennedy (1969): Caso Chappaquiddick, donde murió Mary Jo Kopechne en un accidente en el que él estuvo implicado.
Wilbur Mills (1974): Detenido en estado de ebriedad con la bailarina exótica Fanne Foxe.

Años 80/90:
Gary Hart (1987): Fotografiado con Donna Rice en el yate Monkey Business, lo que le costó su carrera presidencial.
Bill Clinton (1998): Escándalo sexual con la becaria Mónica Lewinsky; mintió bajo juramento, lo que condujo a un proceso de juicio político.

2000–2017:
Larry Craig (2007): Arrestado por conducta lasciva en un baño público.
David Vitter (2007): Vinculado a una red de prostitución en Washington.
John Edwards (2008): Tuvo un hijo fuera del matrimonio mientras su esposa padecía cáncer terminal.
Eliot Spitzer (2008): Gobernador de Nueva York, implicado como cliente en una red de prostitución de lujo.
Mark Sanford (2009): Desapareció varios días mientras era gobernador, mintiendo sobre su paradero; estaba en Argentina con su amante.

Aunque algunos de estos líderes enfrentaron consecuencias —renuncias, retiro político, escarnio público—, en muchos casos, la sociedad reaccionó con una tolerancia llamativa, casi complaciente.

Hoy día, en la sociedad norteamericana, la indiferencia de los principios, parece que sea institucionalizado; porque los escándalos éticos de doble moral, aún persisten, ya no son necesariamente obstáculos para ejercer el poder; incluso pueden ser eclipsados por narrativas de polarización o victimismo político, como el caso Trump/Epstein.
El resultado es una democracia que sigue eligiendo con cinismo, donde muchos votantes prefieren la conveniencia ideológica antes que la coherencia moral. Así, los líderes siguen dejando huellas para la historia, no como ejemplos de integridad, sino como actores que pregonan valores en “calzoncillos”, mientras actúan en abierta contradicción con los principios básicos de la moral.

Lic. Luis Ma. Ruiz Pou
Luisruiz47@gmail.com
20/07/2025

El Motín