La dura vida de los bateyes le arranco la vida y la juventud a miles de cañeros de origen haitiano

SANTO DOMINGO.-Trabajar en la industria cañera para un niño que llegó al país procedente de Haití, con apenas 10 años de edad, aparte de la explotación  infantil, es una triste y desgarradora historia que pocos se atreven a contar, como  narró Bobito García de la Rosa, un extrabajador cañero que dejo lo mejor de su vida en los bateyes del hoy desmantelado Consejo Estatal del Azúcar (CEA).

 

Hoy con 79 años edad a cuesta, justo el día que recibió por parte de la Dirección General de Migración (DGM), el carnet que lo acredita como residente permanente en el país, el anciano revela que en su juventud, nunca se preocupo por tener sus papeles al día, pero que cuando le llego el momento de beneficiarse con una pensión, siendo un indocumentado, comprendió que se trató de lamentable error.

 

“Desde ese día, siempre soñé con vivir legalmente en el país, sin los sobresaltos que viven las personas cuando no tienen papeles y hoy gracias a Dios, ya se está  resolviendo ese problema, porque se está haciendo justicia con todos nosotros”, explico el anciano al ser entrevistado mientras esperaba su turno en las oficinas de la DGM, ubicadas en el Centro Vacacional de Haina.

 

Cuenta que llego al país en compañía de sus padres y que la familia se  alojó en la provincia de Elías Piña, donde lo pusieron a trabajar en cualquier labor y que luego, en plena adolescencia, conoció el duro trabajo del corte de la caña en uno de los bateyes del ingenio Barahona, donde dijo aprendió a ser hombre.

 

Desde esa vez, -dijo- con tan solo 14 años, seguir trabajando en el corte y tiro de la caña, porque no sé otra cosa que hacer……. Mi primero 30 años los pase tirando caña, a 45 centavos la tonelada, hasta que después me convertí en carretillero”, narró el anciano.

 

Apoyando en su bastón con el que sostiene su frágil cuerpo, Bobito cuenta que su dilatada vida llena de azares y penurias, consumida en los bateyes, malograda por un fatal accidente que sufrió al caerse de una carreta cargada de caña que les paso por encima de su cuerpo, dejándolo por muerto, allá en batey Verde y del cual quedó invalido para toda la vida, no fue obstáculo para seguir trabajando en el único oficio que conocía.

 

Añadió que “Aun así en esas condiciones, crié 15 hijos míos y otros cinco ajenos y los mantuve con el sudor de mi frente picando caña……. En siendo ingenios del (CEA), yo trabaje en toditos., especialmente en, San Luis, Consuelo, Boca Chica, Montellanos y Haina. También trabajo en los ingenios Quisqueya y Esperanza”.

 

Recordó que “A mí se me fue la vida en esa faena. Yo deje la vida en los bateyes”, cuenta Bobito con el rostro sombrío y marcado por el paso de los años, al evocar los recuerdos de esos días difíciles de su vida, siendo beneficiado con una mísera pensión de 5,000 mil pesos  a los 74 años, según 60 años después de iniciarse en el trabajo en los bateyes.

 

Dice que cuando ajusticiaron a Trujillo (el dictador Rafael Leónidas Trujillo 1930-1961), se encontraba en plena faena tirando caña quemada en el ingenio en Luis y que tan pronto se enteró de la noticia, escucho un gran alboroto y salió corriendo del batey donde se encontraba, no sabe si por miedo o alegría, y que solo recuerda  que dejo abandonado el buey con la carreta llena de caña que colectaba en esos momentos.

 

Al contar la historia de su vida, Bobito recorrió los gobiernos de Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán hasta el segundo mandato de Leonel Fernández, los que dijo no mejoraron  su condición de bracero, pero que cuando desaparecieron los ingenios de CEA, “todo se derrumbo” y  de alguna manera logro sobrevivir.

 

A seguidas dijo que ya viejo y sin trabajo, sin documentos legales para realizar otra labor productiva, poco a poco la edad y los achaques de salud lo fueron poniendo en retiro, dependiendo únicamente de la ayuda de sus hijos y la pensión que le otorgo el Estado, con la que subsiste hasta el día de hoy

 

Una historia no menos triste y desgarradora de sus vivencias en los bateyes, narraron Altagracia Pierre, de 76 años y Nicolás Yan, de 84 años, residentes en La Romana, otros dos extrabajadores cañeros que este lunes tramitaron la obtención de su residencia en el país en las oficinas de la DMG en Haina.

 

Estos dos últimos reconocen la importancia de que por fin el Gobierno dominicano les otorgue su estatus migratorio que entienden se ganaron por  sus años de trabajo en el país y que esperan que esto sirva para que se le brinde un adecuado servicio de salud y que de igual modo, les aumenten sus pensiones, afirmando que 5,000 pesos al mes es muy poco para poder sobrevivir.

Redacción

Agregar comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.