El presidente Luis Abinader y la vicepresidenta Raquel Peña.

La conveniencia del discurso «antihaitiano» en la campaña política dominicana

La historia de República Dominicana y Haití no se puede contar por separado.

Ambas naciones no solo están unidas geográficamente en la misma isla caribeña, sino que también sus ciudadanos comparten influencias culturales, lazos de sangre y hasta los mismos peligros, como los azotes de huracanes y otros estragos del cambio climático.

Según las cifras más recientes del gobierno dominicano, que datan de 2017, en su territorio viven cerca de medio millón de haitianos, quienes, de alguna u otra manera, influyen en lo que allí sucede todos los días.

Y, durante los últimos cien años, decenas de miles de trabajadores han sido parte de la mano de obra de muchas industrias en dominicana, en especial las relacionadas al sector agroindustrial.

Pero pese a toda esta historia en común, con los años las relaciones entre los gobiernos de ambas naciones se han ido deteriorando.

Al punto que hoy, mientras Haití sufre violencia generalizada y caos a consecuencia de grupos criminales que han tomado el poder de grandes zonas del país, República Dominicana ha impuesto severas restricciones migratorias.

Miles de personas son deportadas de nuevo a Haití, en donde escasea la comida y los servicios esenciales.

El presidente dominicano, Luis Abinader, quien el próximo 19 de mayo se mide con otros 8 candidatos en busca de la reelección en los comicios generales, también ordenó la construcción de una valla fronteriza y pidió una intervención internacional en el país vecino.

Afirma que sus acciones tienen el propósito de proteger la soberanía dominicana. Por su parte, grupos de derechos humanos denuncian que las detenciones y expatriaciones violan leyes nacionales e internacionales.

Algunos expertos, como Bridget Wooding, opinan que todas estas políticas están cargadas de un sentimiento antihaitiano, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX.

La directora del Centro para la Observación Migratoria y el Desarrollo Social en el Caribe, quien por años ha estudiado el flujo de personas de los dos lados de la frontera, comenta que los políticos de turno han usado este discurso en contra de los haitianos para buscar rédito electoral.

Bridget, egresada de la Universidad de Oxford en Reino Unido, y quien investiga sobre migración con un enfoque de género y trabajo, dice que les ayuda a tapar los verdaderos problemas del país caribeño.

De eso conversamos en esta entrevista.

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Usted expone en trabajos académicos que en República Dominicana existe un discurso antihaitiano. Podría explicar su origen y cómo se puede palpar en el día a día del país.

El origen del antihaitianismo se remonta al pasado colonial de ambos países. Primero, el hecho de que de 1822 a 1844 Haití ocupó toda la isla de La Española, de manera que la primera independencia definitiva de República Dominicana, luego de España, realmente fue del país vecino.

Y surgen otra serie de rivalidades históricas, fruto de que Haití fue colonizado por los franceses y los españoles por el lado dominicano.

Mientras que hace un siglo, comenzó un corredor de mano de obra haitiana hacia República Dominicana. Es el corredor de mano de obra de más larga data y de más importancia en todas las Américas por el volumen de personas que cruzan, algo que continúa hasta el día de hoy.

Esa mano de obra fue impulsada, sobre todo, por la ocupación de EE.UU. a ambos lados de la frontera a principios del Siglo XX. Luego, a través de acuerdos entre los dos gobiernos, se normaliza en 1952.

Y la dictadura de Rafel Leonidas Trujillo en República Dominicana (1930-1961) fue un periodo en el que hubo un gran malestar hacia la comunidad haitiana. Tuvo su auge con el genocidio de 1937 cuando hubo una masacre de miles de personas haitianas y dominico haitianas en la frontera norte y central del país.

En tiempos más recientes, el desencuentro más significativo fue la sentencia del Tribunal Constitucional dominicano, que desnacionaliza a cientos de miles de personas de ascendencia haitiana que habían adquirido su documentación legal según la Constitución.

Esta serie de dificultades son propiciadas mayormente por las élites dominicanas, que tienden a catalogar a la persona haitiana como un otro amenazante. Lo llaman también una invasión pacífica, refiriéndose a que las mujeres haitianas están dando a luz en República Dominicana y usurpando los roles de los locales.

Pero las personas trabajadoras, en los barrios, los cafés, logran entenderse. Es cuando hay una intervención en otros niveles que no ayuda a mantener las buenas relaciones.

En este periodo electoral, que culmina en una semana, se utiliza el tema haitiano diciendo que el otro nos está invadiendo, no sólo culturalmente sino también físicamente, para distraer la atención de lo que realmente son los problemas del país, como los altos precios y la corrupción.

¿Puede abundar en cómo influyó la dictadura en el discurso anti-haitiano?

Bajo la dictadura, hubo mucho control y represión de diferentes sectores. En ese tiempo comenzó la idea de que se necesitaba la mano de obra haitiana, pero que no era deseada.

Cuando ocurrió la masacre en la frontera, fue con la idea de blanquear a la nación dominicana. Pero los bateyes, ubicados en el interior del país, en donde las personas haitianas laboraban en el sector azucarero, no fueron afectados.

Al tiempo que eso ocurre, se quiso representar a República Dominicana como que tiene raíces españolas, que son católicos y no practican vudú, que hablan español y no creole.

Una serie de binomios que fueron utilizados en la dictadura para crear ese imaginario de un otro amenazante.

Dijo que es la élite dominicana la que promueve el anti-haitianismo. ¿Puede abundar en quiénes son y cómo se benefician?

En República Dominicana, sin excepción, ninguno de los partidos principales se ha atrevido a contrarrestar el discurso anti-haitiano porque entienden que les hace ganar elecciones.

Los últimos gobiernos se sintieron obligados a hacer causa común con corrientes ultranacionalistas, que tienen visiones conservadoras en términos de los derechos de la mujer, el aborto y la diversidad. Pero sobre todo, donde más inciden es en el tema de pensar que las personas haitianas están diluyendo la sangre de la nación.

Y a quienes intentan defender los derechos de las personas haitianas y sus descendientes se les tilda de traidores a la patria.

Aunque los sectores ultranacionalistas son relativamente pocos en términos de números, en la práctica tienen mucha influencia y logran incidir en los principales medios de comunicación.

Ahí reside el problema. Hay una dificultad de ir en contra de esa narrativa por estas alianzas políticas.

El Motín

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