Hace falta un «tiguere»

Por Fernando A. De León

Hemos asistido a todos los ensayos de gobiernos; pero en República Dominicana, hasta ahora, no hemos acertado. Parecería que en el país hace falta un “tiguere” en el gobierno que aunque educado, sea un zahorí que olfatee con anticipación cuando se pretenda perturbar la calma.

Los estrategas, presuntos intelectuales, “impolutos” y civilistas, no han pegado una en cuanto a la justicia social e imponer el orden en nuestra sociedad. En última instancia, ni empresarios metidos a políticos que, por coyunturas y dinastía familiar, como gobernantes, no han dado la talla.

Sí, aunque ilustrado, hace falta un “tiguere’ en palacio. Y cuando decimos esto, no nos referimos al individuo delincuente, sino al muchacho de barrio que, con resiliencia, se ha hecho profesional; que ha pasado por todas y ha salido airoso.

Esto es, a los que Luis Abinader aludió antes de arribar el poder; a las masas que creen en los partidos; y estudiantes de nuestros barrios a los que se refirió diciendo que no les daba su dinero en las esquinas. Ellos también se reúnen en las barriadas. Y muchos de estos son “tigueres” porque con todas sus travesías de penurias, han salido a flote.

Uno que haya pasado las de Caín y que sepa lo que es un hogar humilde; que haya sorteado todas las vicisitudes; que no se desdoble ni se rija por aquello de que las clases no se suicidan. Ni que por incapacidad, atribuya al pasado, los errores del presente.

Que tenga un exacto criterio de lo que es una decencia integra. Además, conciencia de lo que es una madre lavando ropa y planchando para criar a sus proles. Todavía las hay. Que no trastabille luego de cada norma asumida por los estamentos del Estado.

Pero además uno que, con justeza, valore a quienes son los profesionales serios que honran lo deontológico en sus disciplinas. Y que tampoco abandone a las bases que coadyuvaron para que ascendiera al poder; que entienda que antes de las megas-construcciones, primero es la gente.

Que no sea un simple abanderado,(¿?) para luego defender lo indefendible, por simplemente enquistarse en un cargo, y tolerar o hacer más de lo mismo. ¿Pudo ser José Francisco Peña Gómez? No lo sabemos con certeza.

  *El autor es periodista, miembro del CDP, en Nueva York, donde reside.

El Motín

Agregar comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.