¿Es Morgan Freeman la persona que más trabaja del mundo?

Ha interpretado al presidente de EEUU, a Nelson Mandela y a Dios. Tiene 78 años, estrena hoy una película y seis el año que viene. Así triunfó el actor más hiperactivo de Hollywood.

Nadie consigue interpretar al presidente de los Estados Unidos, a Nelson Mandela y a Dios por casualidad. Morgan Freeman, concretamente, ha sido esos tres personajes por una mera cuestión de probabilidad: ha aparecido en 70 películas en 28 años. Freeman es uno de esos actores que parece que siempre ha sido viejo, porque empezó su carrera en el teatro y la televisión y por lo tanto nuestro primer encuentro con él fue en 1987. El reportero de la calle 42 le dio su primera nominación al Oscar con 50 años. Desde entonces, se ha convertido en el mejor ejemplo de «actor que nunca te acuerdas que salía en esa película».

Morgan Freeman no dice que no a nada. Comedias (Ted 2), acción (Objetivo: la Casa Blanca), ciencia-ficción (Oblivion), infantiles (Winter el delfín) o dramas históricos (Amistad). Si uno se pone una película al azar, es más probable que Morgan Freeman salga en ella a que no. De hecho, al consultar la web NotStarring (que indica qué películas rechazó cada actor) Julia Roberts tiene 30 papeles rechazados, Tom Hanks 25…

…y Morgan Freeman tres. Y una de ellas es Million Dollar Baby, en la que acabó interpretando a otro personaje. ¿Quién rechazaría aparecer en dos escenas de Oblivion y cobrar 2 millones? (Morgan salió a 10 000 dólares la palabra de diálogo) ¿Quién diría que no a Winter el delfín 2? Hay gente que paga por nadar con delfines. A Morgan le dan millones por ello.

Su ubicuidad se debe a su presencia reconfortante. Cada vez que Morgan aparece en pantalla (e insisto, sucede cuando menos lo esperamos) la solemnidad y la integridad inhundan la sala de cine. Nunca podría hacer de mala persona, y ni lo intenta. Él está ahí para entender a los demás, sin juzgarles; para dar sabios consejos, sin imponerse; y para dejar claro con una mirada lastimosa que él ha visto cosas en la vida que nunca podríamos imaginar. Es el único personaje de la película que sabemos que no va a traicionar al héroe. En definitiva, Morgan está ahí para decir cosas importantes y decirlas bien despacio y sin alterarse. Porque cualquier cosa que diga parece abrumadora sabudiría milenaria.

El sueldo que le pagan por salir en una película se amortiza ya en el tráiler. En cuanto esa voz atronadora empieza a dar un discurso sobre lo difícil que es vivir en un mundo sin reglas, necesitamos ver esa película. Porque sabemos que al menos un par de momentos emocionantes tendrá seguro. Spielberg, que es muy listo, utilizó su voz como narrador de La guerra de los mundos, asegurándose un tráiler apabullante. Freeman también fue narrador de Conan el Bárbaro y El gurú del buen rollo. Probablemente no recuerde haber trabajado en ninguna de las dos.

Mientras otros abuelos se dedican a mirar obras, Morgan Freeman celebró sus 65 años sacándose la licencia de piloto y comprándose tres jets privados. Con el sueldo, supongo, que ganó por Pánico Nuclear (de esta no se acuerda ni él ni nosotros). Con una fortuna en torno a los 200 millones de dólares (la mayoría conseguidos gracias a poner voz a anuncios de Visa), no tiene por qué resignarse a una vida que no quiera tener. Se separó de su mujer a los 71 años y ahora se ha hecho apicultor. Ahí, por cierto, hay una buena película de domingo: Morgan enseñándole a un adolescente blanco a ser mejor persona a través del cuidado de una colmena de abejas.

Y hablando de blancos, Freeman es sin duda el actor negro que ha interpretado más personajes cuya raza no estaba especificada en el guión. Parece una nimiedad, pero no lo es. Cualquier director de cásting asume que los personajes de una película son blancos, como el público mayoritario. Al fin y al cabo, los espectadores de otras razas ya están acostumbrados a identificarse con héroes blancos. La razón por la que aparece un actor negro en pantalla es porque su raza es relevante en el guión (esclavo, mayordomo, narcotraficante). Solo tres actores han roto esta barrera: Denzel Washington, Will Smith y Morgan Freeman.

Aguerrido militante contra el racismo (se niega a participar en eventos sobre el «Mes de la historia afroamericana» porque defiende que la «historia afroamericana» es «historia» a secas), su mayor contribución a la causa no ha sido encarnar a esclavos luchando por su libertad, sino interpretar a personajes cuya raza es circunstancial. Alex Cross en El coleccionista de amantes, Lucious Fox en El caballero oscuro o el presidente Tim Beck en Deep Impact ayudan a naturalizar la contratación de actores negros en Hollywood.

Este logro es admirable porque Morgan Freeman no tiene una gran carrera «para ser negro», ni tiene una gran carrera «para su edad». Tiene tres películas ganadoras del Óscar (Paseando a Miss Daisy, Sin perdón y Million Dollar Baby). Tiene tres películas entre las más inspiradoras de la historia según el American Film Institute (Tiempos de gloria, Miss Daisy y Cadena perpetua), gracias a su tendencia a hacer de buena persona con mala suerte que nunca se queja. Tiene una gran carrera a secas.

Con 78 años, que se notan en hilarantes momentos como aquella entrevista en la que se quedaba dormido mientras Michael Cane hablaba (no me extraña), Morgan Freeman ya no tiene nada que demostrar. Hollywood sabe que Morgan Freeman es un tesoro nacional. Esa magnanimidad innata consigue, por ejemplo, que al ver Cadena perpetua nadie se dé cuenta de que el rodaje fue un infierno porque su director estaba como una regadera.

Al director en cuestión, por cierto, le echaron a patadas de la serie que él creó, The Walking Dead, a los seis capítulos de empezar. Morgan Freeman, por el contrario, no deja de trabajar. El año que viene le veremos en la secuela de Objetivo: la Casa Blanca, llamada London has fallen, el remake de Ben-Hur, la secuela de Ahora me ves y Going Clear, una comedia sobre viejos que nos hará sentir en 1993. Y probablemente Winter el delfín 3. Es posible que mientras usted leía este artículo se hayan estrenado varias películas en las que aparece Morgan Freeman.

En concreto, Ático sin ascensor, una de las pocas películas de este año protagonizada por una pareja de la misma edad que además resulta que son de razas distintas. Porque hay muchas formas de mejorar el mundo y hacerlo más justo e igualitario, y Morgan Freeman lleva haciéndolo sin que nos demos cuenta desde que sacó a pasear a aquella vieja gruñona y se ganó su corazón, el nuestro y el de Clint Eastwood. Esto último sí que es una hazaña.

Amaurys Florenzán

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