Ese hecho refuerza la similitud del quehacer estadounidense y de los políticos que le sirven cuando la corrupción “quema” a unos y los acontecimientos obligan ha descartarlo en interés de la estabilidad del sistema y de la necesidad de remozar el gobierno que lo reemplaza.
El proceder, los métodos, las “serruchaderas” de palos y las hipocresías se repiten en escenarios paralelos.
Quirino es un capo dominicano vinculado al capo colombiano Jorge 40.
Leonel –guardando las distancias existentes entre ambos procesos- es un político muy parecido al ex-presidente colombiano Álvaro Uribe en cuanto al manejo de la corrupción de Estado y la narco-corrupción como fuente de poder y de enriquecimiento propio y de su facción política.
Uribe fue usado por EEUU contra el pueblo colombiano en forma perversa durante su ejercicio de poder… hasta que se achicharró. A Leonel le pasó igual.
Desbordada la podredumbre y cogidos algunos capos asociados a esos presidentes en prácticas que se salen de lo tolerado por la DEA-EU, de las preferencias y límites convenientes para el imperio en ciertos periodos, ambos (en momentos distintos) tuvieron que aceptar el apresamiento, el procesamiento judicial y la extradición de sus socios-delincuentes en esa vertiente de la corrupción
Los capos Jorge 40 y Don Berna son ejemplos relevantes en el caso colombiano-Uribe. Y Quirino, Figueroa Agosto y Nelson Solano (el “Zar de la Heroína en el Caribe”) en el caso dominicano-Leonel, al que se agrega -con sede en España- Arturo del Tiempo Márquez. Todos ellos han dado valiosos testimonios que embarran a sus socios políticos, lo cuales han sido o usados a discreción y dosificadamente -o todavía silenciados- por las autoridades de EU, según el interés político imperial.
La carga emocional de los capos al sentirse traicionado y abandonado por sus socios a nivel de gobierno, los empuja a involucrarse en las denuncias de sus vínculos reales, a cambio de rebaja de pena, garantías de protección y devolución de algunos vienes; dejándose utilizar por quienes tienen el control de sus vidas.
Eso le pasó a Leonel, contra quien solo han utilizado testimonios de Quirino, quedando todavía pendiente el uso a discreción de las confesiones de Agosto, Lozano y Del Tiempo.
Eso le pasado en mayor dimensión a Uribe, pero con efectos menores dada la fuerza de la narco-política y el guerrismo en Colombia.
En esos casos los beneficiarios del interés de hundir y arrinconar la parte desacreditada del régimen y del partido gobernante para salvar el sistema en crisis, han sido los presidentes Juan Manuel Santos y Danilo Medina, ambos con perfiles parecidos.
Pese a sus cuestionables responsabilidades dentro del régimen establecido –evidentes y soterradas, salvando las diferencias en las respectivas situaciones y personalidades-;pese a las culpas propias en las gestiones de sus partidocracias, de su clase y de su régimen, Santos y Danilo han sido muy útiles al desdoblamiento que permite oxigenar el régimen, despojando de la imagen del descrédito mayor a los nuevos gobiernos aupados por Washington, metrópolis de los grandes fabricantes de podredumbre, oportunismos y engaños.
Eso se diseña y se rediseña, potenciando la potabilidad del relevo en comparación con la mugre anterior, cambiando estilos, remozando ciertas políticas, y forzando a pactar la derrota o el repliegue de la facción más debilitada (como está pasando aquí), o logrando su abierta ubicación y relativo aislamiento agresivo en la extrema derecha (como pasa en Colombia).
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