Diomary, la mala buena

La conocí cuando la noche terminaba en el tristemente desaparecido “Bar de Teresa” y subió a cantar “un par de canciones” y cuando terminó no pude menos que hacerle la reverencia ante ese derroche de talento que me dejó atónito, casi sin palabras.

 

Me resultó extraño que las cantantes Mabel de León y Teresa, entonces dueña del Bar, la llamaran “Mala” como si fuera su nombre. Después supe que su verdadero nombre es Dionary, que nació en San Francisco de Macorís proveniente de una familia de maestros y músicos, que un buen día decidió irse un buen día a Puerto Rico y Nueva York a probar suerte, dejando atrás su carrera universitaria.

 

Dionary tiene una voz privilegiada que le permite jugar con los tonos, graves o agudos, sin desafinar y sin perder la tesitura, algo que no todas las intérpretes populares pueden lograr en un escenario, moviéndose de un lado a otro, como pez en el agua, sabiéndose dueña de la noche y del público que no deja de tributarle cariño con sus aplausos y sus gritos: ¡Bravo! ¡Bravo!

 

Otro elemento a su favor es la espontaneidad en escena, lo cual la hace libre, auténtica, dichosa y amante de lo que hace. Cuando entra en “calor” se quita los zapatos, se sienta, se tira en el piso, habla, sonríe y llora. Logra una comunicación con la gente de manera natural.

 

Llora con una facilidad asombrosa, pues “La Mala” tiene un “corazón cinco estrellas” como diría Joaquín Sabina en su canción “La Magdalena”. (“Con ese corazón, tan cinco estrellas, que hasta el hijo de un dios, una vez que la vio se fue con ella. Y nunca le cobró, La Magdalena”) La Mala no es mala, es buena.

 

Mujer, Auténtica, Luchadora, Activista.

 

Como a la mayoría de los artistas dominicanos, abrirse un espacio y el reconocimiento de la gente no le ha sido fácil a pesar de su talento y capacidad de trabajo, aunque es justo reconocer que algunos amigos y colegas han sido solidarios y le han abierto algunas puertas, entre ellos Alexis Casado y el Ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez que la ha insertado en proyectos artísticos sumamente interesantes que pronto el público podrá disfrutar.

 

El Bar de los Espejos, en el Palacio de Bellas Artes, ha sido una especie de refugio o trinchera donde poco a poco ha ido ganando adeptos que se multiplican cada fin de semana, algo preocupante para una figura de su dimensión, pues corre el riesgo de hacerse muy cotidiana y agotar el hermoso repertorio que exhibe cada viernes y cada sábado.

 

Canciones de amor y desamor, en español y en inglés, con sentimiento y nostalgia, de autores tan disimiles como Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo Milanés, Raphael, Sonia Silvestre, Amanda Miguel, Whitney Houston, Armando Manzanero, etc., se escuchan en su melodiosa voz. Desde aquella noche en que la vi me comprometí a escribir sobre su talento.

Juan TH

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