Retrato de Vlad III el Empalador, o Drácula (1431-1476), anónimo, siglo XVI.

Vlad el Empalador, el Drácula original cuya sed de sangre superaba a la de su tocayo

Mucho antes de que el Drácula literario de Bram Stoker desencadenara una obsesión mundial con los vampiros, un príncipe con un lujoso bigote se labró una temible reputación repeliendo las sucesivas oleadas de invasores otomanos.

Se llamaba Vlad III Drácula (Draculea, en rumano), y ese último nombre, en su época, no provocaba ningún escalofrío.

Se lo había dado su padre, quien era miembro de la Orden del Dragón, una orden de caballería monárquica solo para príncipes y aristócratas fundada en 1408 para defender la Santa Cruz y a luchar contra los enemigos de la Iglesia católica.

Drácula sencillamente significaba «hijo del dragón».

Fue más bien el apodo que recibió posmortem, Vlad el Empalador, el que evocaba, y sigue evocando, como pocos en la historia europea el peso de leyenda y brutalidad como la de este príncipe de Valaquia (en la actual Rumania).

Drácula era famoso en todo el continente por la variedad de métodos de los que se valía para ejecutar a sus prisioneros, que iban desde la decapitación hasta las de hervilos o enterrarlos vivos.

Pero el que le dio el sobrenombre fue su forma predilecta de ejecución: el empalamiento.

Una estaca de madera era clavada cuidadosamente entre las nalgas de la víctima, emergiendo justo debajo de los hombros.

El cruel método dejaba intactos todos los órganos vitales, de manera que el inmolado pasaba al menos 48 horas retorciéndose de sufrimiento inimaginable antes de morir.

Drácula era famoso en todo el continente por la variedad de métodos de los que se valía para ejecutar a sus prisioneros, que iban desde la decapitación hasta las de hervilos o enterrarlos vivos.

Pero el que le dio el sobrenombre fue su forma predilecta de ejecución: el empalamiento.

Una estaca de madera era clavada cuidadosamente entre las nalgas de la víctima, emergiendo justo debajo de los hombros.

El cruel método dejaba intactos todos los órganos vitales, de manera que el inmolado pasaba al menos 48 horas retorciéndose de sufrimiento inimaginable antes de morir. Para ser justos, aquello de ensartar a los enemigos derrotados no era inusual en la Europa medieval.

Se dice, por ejemplo, que su primo hermano, Ştefan cel Mare (Esteban el Grande), «empaló por el ombligo, en diagonal, uno encima del otro» a 2.300 prisioneros turcos en 1473… y fue adorado como santo desde poco después de su muerte, y canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rumana en 1992.

Sin embargo, la magnitud de una matanza orquestrada por Drácula una década antes que la de Esteban el Grande fue tan épica, incluso para los estándares de su época, que le aseguró un lugar en la posteridad.

Violenta juventud

El hombre que se convertiría en Vlad el Empalador nació en 1431, el segundo hijo del noble Vlad II Dracul, en el corazón de la región rumana de Transilvania.

Creció en un mundo de violenta inestabilidad, en una zona de la Europa cristiana bajo la amenaza continua de la invasión otomana tras la caída de Constantinopla en 1453.

A los 11 años, fue tomado como rehén en el Imperio otomano junto con su hermano Radu para forzar la lealtad de su padre, quien era gobernador de Valaquia.

En 1447, su padre fue asesinado por orden de John Hunyadi, gobernante de Transilvania y una importante figura militar y política en Hungría, quien, ese mismo año, enterró vivo a su hermano mayor, Mircea II.

Drácula se salvó y reinó brevemente sobre Valaquia en el otoño de 1448; luego nuevamente desde abril de 1456 hasta julio de 1462; y finalmente en 1476 hasta su muerte.

La matanza

La leyenda de Drácula como astuto azote otomano y sanguinario combatiente se selló en junio de 1462.

El Motín

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