Un cementerio de hombres vivos

POR ALBERTO QUEZADA

El infierno que se vive en las cárceles dominicanas en pleno siglo XXI es digno de una novela al estilo de Gabriel García Márquez. Los niveles de corrupción, hacinamiento e insalubridad que se escenifican en ellas son material excepcional para argumentar  todos  sus capítulos.

La condición humana allí está degradada en su máxima expresión, en esos limitados espacios pernoctan colectivos de hombres y mujeres miserables postrados en la inmundicia de un sistema carcelario que no da más, que está colapsado.

Lo que allí se respira es olvido, inequidad, agonía, hambre, sed, promiscuidad; signos reveladores de una sociedad en decadencia que dirige sus pasos más hacia el Macondo descrito en ¨Cien Años de Soledad¨ por Gabriel García Márquez, que a la posmodernidad reflexionada por Jean-François Lyotard, en su obra ¨Las Sociedades posindustriales. Pero nada, vamos al relato.

Actualmente, la población penitenciaria en República Dominicana alcanza un total de 26,782 personas, cantidad que sobrepasa considerablemente la capacidad instalada para 14,219 en los 41 centros existentes. Según la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en un estudio publicado recientemente denominado ¨Condiciones de los Centros Penitenciarios y la Situación de los Prisioneros¨

La investigación revela, además, que hay instalado  un sistema de soborno de los presos para obtener  objetos como celulares y armas. O dicho de otra manera, reside en un negocio de pagos a cambio de privilegios en el que están involucrados guardianes y directores de cárceles.

Pero hay más, el estudio establece que en La Victoria, Najayo, el 15 de Azua, Pedro Santana del Seibo, las mafias mantienen un sistema de extorsiones en donde los internos deben pagar si quieren recibir visitas.

La corrupción también conoce niveles más graves. Como por ejemplo, que en algunos centros penitenciarios las autoridades entregan gran parte del control a  las pandillas para que dirijan bloques de celdas y hasta cárceles enteras.

El informe  destaca la existencia de más de 200 reclusos enfermos de SIDA y tuberculosis en las cárceles del país y los mismos no reciben un tratamiento adecuado para sus graves enfermedades. El estudio muestra de igual manera,  que en las cárceles algunos de los presos duermen en el suelo por no tener dinero para comprar colchones.

Definitivamente, las cárceles dominicanas, queridos lectores, son verdaderos cementerios de hombres vivos que conviven atrapados en una doble condena, la del delito cometido o imputado y el oprobio que se vive en esos espacios.

El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. Quezada.alberto218@gmail.com

El Motín

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