Donald Trump y Joe Biden no han vuelto a pisar la misma habitación desde el debate que les enfrentó en octubre de 2020 en la campaña de las presidenciales de ese año. Entonces, el presidente saliente no tuvo siquiera la cortesía de recibir a su sucesor en la Casa Blanca, sino que se fue sin admitir su derrota —y con montañas de documentos clasificados, aunque esa es otra historia—. El antagonismo mutuo no ha dejado de crecer en los últimos cuatro años. Este jueves, se verán las caras en persona en los estudios de la CNN en Atlanta (Georgia), en el primero de los dos debates presidenciales previstos para esta campaña. Tanto Biden como Trump necesitan captar el voto de los electores moderados e independientes, pero lograr atraerlos en un enfrentamiento a cara de perro entre dos candidatos que se descalifican mutuamente no será tarea fácil.
Atlanta recibe a los candidatos con un calor asfixiante. Este jueves coinciden en la ciudad dos eventos de interés nacional. La selección estadounidense de fútbol se enfrenta a Panamá en un partido de la Copa América. Poco después de ese partido, Biden se enfrenta a Trump en el debate presidencial. El fútbol europeo no levanta muchas pasiones en Estados Unidos. Las elecciones presidenciales, sí, aunque a los ciudadanos no les gustan ninguno de los dos candidatos que concurren este año, que repiten el duelo de 2020.
Hay cierto consenso en que la agresividad de Trump en los debates de aquel año resultó contraproducente. Durante un mitin del pasado fin de semana en Filadelfia, Trump preguntó a sus seguidores cómo comportarse ante Biden: “¿Cómo debería manejarlo? ¿Debería ser duro y desagradable? ¿O debo ser amable y tranquilo y dejarle hablar?”. Por supuesto, sus fieles pidieron sangre. Es, además, lo que está en la naturaleza de Trump. Sin embargo, la mera pregunta muestra que el expresidente es consciente de que mostrar su lado más duro no es quizá la estrategia más productiva. No necesita captar a sus fieles, sino mostrar que puede ser lo suficientemente razonable y sensato como para que los votantes moderados e independientes no le den la espalda.
Las reglas del debate, que se celebra sin público y con el micrófono silenciado para quien no tiene uso de la palabra, en principio parecen favorables a Biden, pues Trump se maneja mejor bajando al barro de las interrupciones constantes. Sin embargo, pueden acabar beneficiando a Trump al imponerle la contención en las formas que por sí mismo tendría más difícil lograr. “Este podría ser el debate más aburrido. O podría ser muy emocionante. ¿Quién sabe?”, dijo Trump en relación con esas normas.
Un listón muy bajo
La campaña de Trump, por otra parte, se ha dado cuenta de que había puesto un listón tan bajo sobre Biden (llegando a asegurar que no aguantaría 90 minutos de pie o que no sería capaz de juntar dos frases) que al presidente le bastaría con llegar al atril sin tropezar para superar las expectativas, como bromeaba un estratega republicano. Por eso, Trump también ha intentado corregir parte de ese mensaje en los últimos días.
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