«La falta de cohesión en el liderazgo del partido en el exterior pone en riesgo su verdadero propósito transformador. ¿Serán guardianes del cambio o meros custodios del poder?»
Por: Jaime Bruno
A casi seis años de la fundación del Partido Fuerza del Pueblo, su liderazgo en el exterior, especialmente en Nueva York, enfrenta una encrucijada que no puede seguir siendo ignorada. El partido nació como respuesta al fraude, al autoritarismo interno y al secuestro de la democracia partidaria. Hoy, paradójicamente, corre el riesgo de reproducir esos mismos males si no redefine con urgencia el rol de quienes lo conducen.
La figura mitológica de Cerbero, el perro de tres cabezas que custodiaba la entrada al inframundo, sirve como metáfora del actual liderazgo del partido en esta demarcación. Tres cabezas tirando en distintas direcciones: una anclada en un pasado que ya no volverá, otra atrapada en un presente lleno de desconfianza y descrédito, y una tercera , la más necesaria, que intenta mirar hacia el futuro, pero aún sin la fuerza ni el respaldo suficiente para asumir el control.
La pluralidad de visiones puede enriquecer cualquier organización política, siempre que esté subordinada a una estrategia común. Pero cuando las diferencias se convierten en trincheras, y la desunión se impone sobre la misión colectiva, lo que debería ser un liderazgo articulado se transforma en un obstáculo para el avance.
Fuerza del Pueblo necesita que cada dirigente asuma un rol claro: comunicación efectiva, estrategia electoral, movilización territorial. Pero, sobre todo, necesita una figura que garantice la cohesión interna, defienda la narrativa del partido y actúe con visión de futuro. Sin eso, cualquier intento de crecimiento será frágil, y cualquier victoria, efímera.
La gran ironía es que, como Cerbero, este liderazgo puede terminar devorando aquello que juró proteger. La historia nos enseña que los partidos que no se renuevan ni se abren al cambio terminan convertidos en estructuras vacías, irrelevantes frente a los desafíos de su tiempo.
Hoy más que nunca, Fuerza del Pueblo necesita menos cabezas que compitan por el control, y más visión que construya futuro. Ser guardianes del cambio implica desprenderse de los intereses particulares y apostar por un liderazgo con propósito, legitimidad y responsabilidad histórica.
Es momento de decidir: ¿seguiremos dividiendo fuerzas o comenzaremos a sumar voluntades? El futuro del partido y su credibilidad ante la diáspora depende de esa respuesta.
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