Por Juan López
Para la OMS (Organización Mundial de la Salud) la pandemia del coronavirus (COVID-19) se encuentra en una “segunda ola y en aumento exponencial” con peligroso repunte en Europa y América.
En medio de esa “covidianidad”, en los EE.UU., con más de 8.6 millones de contagiados y más de 225 mil personas fallecidas por la COVID-19, se aprestan a realizar, el próximo 3 de noviembre, elecciones para elegir su presidente entre dos setentones candidatos: El presidente Donald Trump (republicano con 74 años) o el demócrata y ex vicepresidente Joe Biden (77 años).
En esos comicios se escogerán 435 miembros de la Cámara de Representantes (diputados) y 34 senadores. También gobernadores y alcaldes.
Simultáneamente, en Puerto Rico, su Estado Libre Asociado, efectuarán elecciones para elegir el gobernador, los miembros del Senado, de la Cámara de Representantes, alcaldes y concejales de sus 78 municipios.
En uso de su tradición electoral, los candidatos presidenciales protagonizaron dos debates, caracterizados por ser caótico (el primero); soso y aburrido el segundo. Las encuestas post-debates coincidieron en no percibir a un contundente ganador entre los dos contrincantes.
Sin embargo, la mayoría de las encuestas que se han estado realizando otorgan una ligera ventaja (entre 8 y 10 puntos) a Biden por encima de Trump.
Esas ventajas de Biden en las encuestas reflejan el inadecuado manejo de la COVID-19, los conflictos violentos con matiz racial contra afroamericanos, al incremento del desempleo, el aumento a más de 45 millones de norteamericanos pobres, a las frecuentes y ácidas confrontaciones con sus exfuncionarios y medios de comunicación y a los cuestionamientos por impago de impuestos que se atribuyen al presidente Trump.
Los acuciosos analistas políticos, tomando como referencias los reñidos resultados de las elecciones norteamericanas del 2000 y 2016, no garantizan que esa ligera ventaja en los votos populares le den el triunfo a la mutual demócrata Biden–Harris, puesto que la elección del presidente dependerá de quien obtenga un mínimo de 270 delegados de los 540 que tienen la potestad para elegir el presidente.
Si bien es cierto que Biden—Harris aventajan en la intención del voto y en la percepción mediática al dúo Trump—Spence, y todavía no se vislumbra un claro ganador, una gran cantidad de dominicanos (en RD y residentes en EE.UU.) desean la derrota de Trump-Spence; mientras simpatizan y trabajan a favor del triunfo de los demócratas Biden—Harris.
Por traumáticas experiencias provenientes del balaguerato, en siete elecciones (1966, 1970, 1974, 1978, 1986, 1990 y 1994), entre los dominicanos existen preocupaciones por las reiteradas declaraciones del presidente Trump sobre “posibles fraudes en el voto por correo”, aunque ya han votado más de 50 millones, y las amenazas de no entregar el poder si pierde, imitando las inconductas políticas de candidatos de repúblicas bananeras.
Esa preocupación motiva nuestra reflexión para manifestar el deseo y la esperanza de que los comicios norteamericanos se realicen en forma pacífica, con resultados transparentes y aceptables por ganadores y perdedores, lo cual fortalecerá la institucionalidad y la democracia en EE.UU, lo cual repercutirá en favor de la paz mundial y la democracia latinoamericana. ¡Qué así sea!
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