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NUEVA YORK. Daniel Norris, jugador de ligas menores de los Azulejos de Toronto, duerme en una caravana en el parqueo cerca de unos grandes almacenes, y percibe tan sólo US$1,200 al mes, a pesar de que gana cerca de dos millones de euros al año.
“Puede ser poco convencional, pero me siento bien con mi estilo de vida. En realidad, estoy más cómodo siendo pobre”, confesó a ESPN.
En realidad, Norris nunca necesitó mucho. O eso dice él. Creció en Johnson City (Tennessee), y pasó sus días ayudando en la tienda de bicicletas que su padre había heredado de su abuelo. Arregló pinchazos, se doctoró en parches para las ruedas, y aprendió antes el nombre de las herramientas que el de los estados federados.
Nació en una familia de clase media, y se comportó como tal. Su infancia la pasó jugando en la calle y haciendo senderismo con sus dos hermanas mayores.
En la escuela jugó fútbol y baloncesto, pero destacó en béisbol. De ahí que en 2011 firmara su primer contrato como profesional a razón de casi US$2.5 millones por temporada.
Antes del contrato, ese mismo año, adquirió también por US$13 mil su casa: una caravana Volskwagen Westfalia 1978.
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