Nicaragua padece el flagelo de otra dictadura familiar

Por Juan López

El noble pueblo nicaragüense sufrió los rigores de la dinastía tiránica de los Somoza (Tacho y Tachito, padre e hijo) durante más de 42 años; la que, gracias a sacrificios  y  heroicas luchas, fue derrocada, en 1979,  surgiendo la esperanzadora Revolución Sandinista de construir  una nación en la que reinaran las libertades, progreso, dignidad humana  y bienestar social.

Lamentablemente, la sangre derramada por cientos de muertos y heridos del pueblo del eximio poeta Rubén Darío y del General Augusto César Sandino fue en vano, no valió la pena:  La promesa de prosperidad no se materializó. Los  sustitutos de la dictadura de la familia Somoza, el gobierno  del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se “volvió sal y agua” porque tiene a la sufrida Nicaragua   viviendo de mal en peor, caminando hacia atrás como el cangrejo,  pero a mayor velocidad y profundidad.

Ahora, en pleno siglo XXI, en Nicaragua reina la miseria, las persecuciones, violaciones a los derechos humanos y supresión de todas las libertades. El pueblo nicaragüense padece el flagelo de la dictadura familiar de los ancianos esposos Daniel Ortega (79 años) y Rosario  Morillo (74 años), espurios  gobernantes del segundo país más pobre de América Latina.

El presidente Ortega, como máximo líder del FSLN, ha gobernado a Nicaragua por más de 27 años, reeligiéndose en tres ocasiones consecutivas. Para garantizar su última reelección, con su esposa Morillo como vicepresidenta, el 7 de noviembre de 2021,  fue necesario que utilizara todos los recursos y mecanismos del poder del Estado.

En esos comicios del 2021,  la mutual Ortega-Morillo impuso la reelección con malas artes, puesto que los 7 principales candidatos de la oposición  fueron apresados al inicio de la campaña e ilegalizaron sus respectivos partidos, permitiendo solo la participación de 5 entelequias de partidos que, juntos, apenas suman un vergonzante 23 % de la votación; gracias a lo cual “legalizaron” esa falsa electoral, la que fue desconocida por la comunidad internacional por carecer de legitimidad.

Después de las protestas y crisis del 2018, que el gobierno de Ortega-Morillo apagó en base a terror y  muerte de  cientos de nicaragüenses, han recrudecido las persecuciones, llenando las cárceles con sacerdotes,  periodistas, dirigentes de partidos, líderes de organizaciones de la sociedad civil y estudiantes  universitarios en base a  las arcaicas y arbitrarias acusaciones de “conspiradores y traidores a la patria”.

También han recurrido al inusual método de deportar y declarar apátridas a 317  nicaragüenses, quitándoles,  mediante decretos sus nacionalidades y confiscando todos sus bienes. ¡Cuántas barbaridades!

En el caso del obispo Rolando Álvarez, la dictadura familiar Ortega-Morillo fue más lejos:  Porque rechazo ser desterrado,  le impuso una injusta y abusiva condena de 26 años de cárcel baso en el estúpido expediente de  “conspiración y traición a la patria”.

Esas trasnochadas acciones de la dictadura familiar de Ortega-Morillo son verdaderos crímenes y adefesios jurídicos que trascienden al noble pueblo nicaragüense, en tanto que anulan los esfuerzos y avances que, en América Latina, se están  cosechando en clima de libertades,  respeto a los derechos humanos y procurando satisfacer las necesidades alimentarias que demandan los sectores sociales más vulnerables de los pueblos latinoamericanos.

Esta reflexión tiene el propósito de protestar las acciones del gobierno dictatorial Ortega-Morillo y sumarse a  la comunidad internacional, a los líderes del cristianismo, partidos políticos, periodistas y a las  organizaciones de la sociedad civil latinoamericana para incrementar las denuncias contra los esbirros, aislar la dictadura Ortega-Morillo a fin de que, bajo la presión mundial, el pueblo nicaragüense pueda volver a trillar por los caminos de justicia, equidad, paz social, progreso y bienestar.

¡Así terminará  el azaroso  flagelo que padece Nicaragua con la impopular  dictadura de la anciana familia Ortega-Morillo! 

El Motín

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