Los escrúpulos de María Gargajo

Por Alberto Quezada

Las sorprendentes declaraciones públicas a un medio de comunicación del presidente de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana (CCRD), Janel Ramírez Sánchez, de autodefinirse como un preso de confianza de ese organismo, revelan, sin dudas, lo defectuoso que está el sistema institucional dominicano.

Es nocivo y poco provechoso para la democracia dominicana y el andamiaje institucional, que un presidente en funciones del principal organismo auditor del organigrama del Estado revelará, además, que esa institución que dirige era inservible, al igual que su pleno.

Esas afirmaciones del actual presidente CCRD no deben tomarse como quien ve llover, ni mucho menos caer en la ligereza e irresponsabilidad de politizar el tema, cuando de lo que se trata es de un asunto tan serio y vital para el sostenimiento del sistema democrático dominicano.

Señores legisladores, políticos y sociedad civil, la Cámara de Cuentas es un organismo neurálgico, fundamental, para la salud ética y moral de la República, la misma no puede ni debe estar sometida a conflictos de ninguna índole cada cierto tiempo. Eso frena el desarrollo material y espiritual del pueblo dominicano.

Pero lo que es peor, la CCRD no debe de estar sometida a los vaivenes políticos que tradicionalmente se han conocido, ya basta de la vieja política, de oprobio institucional. Eso desdice mucho de nuestra clase política y de todos los gobiernos que han gravitado desde que se inauguró el sistema de democrático en el año 1962.

Los actores políticos contemporáneos deben comprender que los “escrúpulos de María Gargajos” ya no son posibles, no caben en esta era de la transparencia y rendición de cuentas que se ha impuesto desde hace unos años desde litorales imperiales. De verdad que me lacera el alma presenciar un espectáculo de tan mal gusto como el que estamos padeciendo en la actual coyuntura con la Cámara de Cuentas y sus miembros, cuando todos pensábamos que esa entidad operaría en el marco de la decencia y la transparencia institucional.

Finalmente, esperamos que las instancias responsables de cambiar el estado de cosas que allí observamos se aboquen a seleccionar una nueva entidad que devuelva la confianza y desaparezca de nuestra vista el reparto político en su conformación que ha sido una tradición en nuestra media isla caribeña.

El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. 

El Motín

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