Ramón Castillo Gaete, el líder de la secta de Caliguay, que se hacía llamar Antares de la Luz.

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CHILE.-La secta, de muy pocos miembros, no se diferenciaba en mucho de otras cortadas con la misma tijera: era conducida por un líder considerado espiritualmente superior, tenía una disciplina rígida e incuestionable, mezclaba la búsqueda de un supuesto ser interior con las enseñanzas del chamán yaqui Don Juan pregonadas por el mexicano Carlos Castaneda, sus integrantes utilizaban ayahuasca como alucinógeno para obtener revelaciones y, claro, meditaban para elevarse.

Los seguidores de la “Secta de Caliguay” – como se la conoció – también conocían la fecha precisa del fin del mundo, fijado para el 21 de diciembre de 2012, y su maestro, un hombre imponente que se hacía llamar “Antares de la Luz”, aseguraba que no era una más de las reencarnaciones de Cristo en la Tierra, sino que era Dios en persona que había bajado al mundo para librar la batalla final contra “el Oscuro”.

Pese a que se conocía que usaban y abusaban de alucinógenos, las flexibles leyes chilenas sobre la libertad de cultos mantenían al maestro y sus devotos fuera de cualquier investigación judicial o policial hasta que alguien – un hombre – denunció mediante una llamada anónima a los Carabineros que habían asesinado ritualmente a un bebé recién nacido. Solo entonces las autoridades tomaron cartas en el asunto y pusieron al descubierto un submundo de horror, donde el control mental que Antares de la Luz ejercía sobre sus adeptos culminó con uno de los crímenes más aberrantes de la historia reciente de Chile.

Eso es lo que cuenta, con rigor investigativo y a través de reveladores testimonios de algunos de los miembros de la “Secta de Caliguay”, el documental “Antares de la Luz: la secta del fin del mundo”, estrenado hace pocos días en la plataforma Netflix.

El hombre que todo Chile conocería como “Antares de la Luz” se llamaba en realidad Ramón Castillo Gaete y nació en Santiago el 20 de diciembre de 1977. Su padre, Ramón Arquímides, era dueño de una tienda de artículos electrónicos y su madre, María de la Luz, trabajaba como secretaria en una empresa.

Cuando se descubrió el crimen y se reconstruyó su vida, familiares y amigos de la infancia lo describieron como “un niño feliz”, orgulloso de ser miembro de los boy scouts y amante de los campamentos que le permitían estar en contacto con la naturaleza. Uno de sus compañeros en los scouts que quiso mantener en reserva su nombre, aseguró que desde chico Ramón mostró cierta vocación por el liderazgo entre sus pares. “Era un cabro pelusón (provocador), agrandado. Fumaba a los 13 años. A esa edad nos íbamos en micro desde mi casa, en Las Condes, a Independencia, para ver los partidos de Universidad de Chole en Santa Laura. Él no era de ese equipo, pero con el tiempo se fue convirtiendo. Igual era raro, en ese tiempo, al menos, que dos cabros anduvieran solos en el estadio”, contó.

Luego de una infancia y una adolescencia sin problemas visibles, tuvo que comenzar a trabajar para pagar sus estudios universitarios. Cantaba en los transportes públicos para juntar el dinero de la cuota y los materiales necesarios para cursar el Bachillerato en Música de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Según sus compañeros y docentes por entonces no mostraba ninguna inclinación por temas espirituales ni esotéricos; en cambio, todos coincidieron en que tenía un gran talento para los instrumentos de viento, sobre todo el clarinete.

Pronto formó una banda folklórica, “Amaru”, que tuvo cierta relevancia en el ambiente musical de Chile y con la que emprendió en 2006 una gira por China y Macao. Volvió transformado de ese viaje y se adentró en lecturas relacionadas con la medicina oriental, los ovnis y los “seres de luz”, como los llamaba, un interés que fue en aumento y que lo llevó a viajar por América Latina en busca de “lugares con energía” y maestros del mundo espiritual.

“Cuando volvió de China estaba más retraído… luego de eso, empezó a hacer viajes solo, a distintos lugares de América Latina. Se fue a Ecuador, y se supone que fue allí donde él tuvo su primera revelación. Cuando volvió de esos viajes, volvió distinto”, señaló en una entrevista con la BBC la periodista de investigación Verónica Foxley, autora del libro “Cinco gotas de sangre: la historia íntima de Antares de la Luz y la secta de Colliguay”.

El Motín

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