La leyenda de Jack Johnson

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Jack Johnson es, según muchos, uno de los mejores pesos pesados de la historia del Boxeo. Conocido como el «Gigante de Galveston», este poderosísimo boxeador fue el primer gran ídolo negro del deporte en los Estados Unidos. Comenzó peleando en oscuros callejones, en peleas clandestinas y poco a poco fue construyendo su leyenda. Tumbaba sin parar a todos sus rivales, que se enfrentaban a Johnson, «cuello de toro, brazos de elefante», sin poder hacer nada. Pero los boxeadores negros no podían aspirar al título mundial de pesos pesados.

La contundencia de sus victorias hizo que las autoridades del boxeo se replanteasen la prohibición de disputar el campeonato del mundo. Temían que de no permitírselo, su leyenda creciese aún más. Buscaron «la gran esperanza blanca» en el boxeador retirado Jim Jeffries, que se había retirado invicto. El 4 de julio de 1910 se disputó el combate que ganó Johnson. La celebración de su victoria en todo el país derivó en los primeros grandes disturbios raciales de los Estados Unidos, que dejaron trece muertos y centenares de heridos.

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Tras su victoria el acoso de las autoridades aumentó. Además de condenas por conducción temeraria –el bueno de Jack Johnson conducía como vivía y luchaba, de manera salvaje-, fue acusado de cruzar una frontera estatal con una mujer «con fines inmorales». Como la prostituta que le acompañaba se negó a testificar, quedó libre. Al año siguiente se repitió la acusación y esta vez su acompañante testificó, por lo que «el Gigante de Galveston» fue condenado a un año de prisión. Escapó a través de Canadá y se instaló en París, que le recibió con los brazos abiertos y le encumbró como «Rey de París».

En 1915 defendió en La Habana su título, que perdió ante Jess Willard. Parece que fue un «tongo» pactado por el púgil para poder entrar en Estados Unidos para ver a su madre gravemente enferma. Después de cumplir una condena en Texas, siguió dedicándose al boxeo de exhibición, sobre todo en su amada París. Su físico imponente era la comidilla de la capital francesa, a la que le daba igual que los combates fueran algo flojos, mientras pudieran verle danzar por el ring. Siguió combatiendo hasta los 67 años, y paró porque murió en un accidente de tráfico.

El autor de la fotografía, José Díaz Casariego (1897-1967), comenzó a trabajar en 1913. Fue redactor gráfico de diversos diarios y revistas, como La Esfera o Mundo Gráfico. En ABC trabajó desde 1932 al final de la guerra, llegando a ser jefe gráfico del ABC republicano. Publicó también en el Heraldo, del que, preso del pánico, se autoproclamó secretario de redacción al terminar la guerra, declarándose además falangista. Sin embargo esta confesión a última hora no evitó que fuese depurado, aunque publicó algunos reportajes en la revista Semana. En 1958 ingresó como funcionario en el servicio de microfilmado de la Hemeroteca Municipal de Madrid, donde se han hallado recientemente 800 placas en cristal de Díaz Casariego, celosamente guardadas por otro funcionario, Antonio Prast. Díaz Casariego murió sin descendientes. 15.000 negativos de su archivo, supuestamente requisado en los años cuarenta, fueron adquiridos por la agencia Efe en 1977.

El Motín

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