En estas elecciones perecería que pocas cosas cambiaron. Tenemos el mismo presidente, la misma vice, y básicamente los mismos senadores y diputados. Pero lo cierto es que hay un gran cambio.
Las pasadas autoridades (aunque sean las mismas) fueron electas en 2010 y 2012 en elecciones cuya legitimidad no fue puesta en duda (al menos no tanto). Por otro lado las pasadas elecciones han sido las más cuestionadas de toda la historia, y cuya legitimidad fue quebrantada por todas las irregularidades evidenciadas.
Aunque parezca que no hay cambio, si lo hay, y muy grande; ahora nos gobiernan autoridades inorgánicas, lo que pone en la cuerda floja la institucionalidad del Estado.
Veremos si el pueblo sigue aguantando los azotes de unos gobernantes que viven entre lujos que arrancan de la miseria de este pueblo. Es cierto, llevan años haciendo eso, pero ahora esas autoridades carecen de la fuerza moral de la legitimidad. No es lo mismo aguantar un macanazo de un policía que un palo de un ladrón.
Hasta ahora todo «parece normal», como si hubiésemos aceptado como bueno y válido ese proceso electoral, pero el hecho de que a la fuerza nos hayan impuesto algo no quiere decir que lo hayamos aceptado.
Un profundo descontento, una desconfianza en las instituciones, camina silenciosamente entre los dominicanos. Una olla de presión que por tener la válvula cerrada no vemos el vapor, pero cuya presión se acumula, y en algún momento tendrá que reventar.
¡Que viva la democracia!
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