A pesar de los bajos precios del petróleo, investigadores privados y públicos están alertando de un posible desabastecimiento de petróleo en el futuro cercano.
En un par de artículos anteriores[i] se comentaba la advertencia que hacía la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sobre la posible escasez y encarecimiento del petróleo que podría ocurrir antes del 2020 debido a la falta de inversión en el upstream (exploración y explotación) de hidrocarburos.
Sin embargo no es la única amenaza que hace prever un escenario de futuro desabastecimiento en el corto plazo. El área de investigación en recursos naturales y energía de la corporación bancaria británica HSBC ha publicado un reporte[ii] alertando sobre la brecha que se avecina entre una oferta decreciente de crudo y una demanda en constante aumento.
A diferencia de los análisis de la AIE, el equipo de expertos de HSBC hace hincapié en una razón más física que financiera, el pico del petróleo: los yacimientos entregan cada día menos petróleo y no hay manera de hacerlos producir más.
El concepto de «pico del petróleo» fue acuñado por el geofísico estadounidense Marion King Hubbert, quien en 1956 y logró predecir de manera precisa que la producción petrolera de los Estados Unidos tendría su pico en 1970. Su modelo ha previsto con bastante exactitud el pico y el declive de la producción de los pozos petrolíferos en diferentes regiones y países. El pico o cénit del petróleo puede definirse como el momento en el cual se alcanza la tasa máxima de extracción de petróleo, tras el cual la producción entra en declive.
En marzo de 1998 Colin J. Campbell y Jean H. Laherrère publicaron en Scientific American, un artículo pionero, “The end of cheap oil”, en el que utilizaron la teoría de Hubbert para predecir el pico global del petróleo. Durante años el mundo del negocio petrolero ignoró estas previsiones hasta que en 2010 la Agencia Internacional de la Energía admitió que el petróleo convencional había alcanzado su pico en 2006 y ya no superaría los 70 millones de barriles diarios (mbd) que produjo entonces[iii]. Sin embargo, la Agencia tenía –y aún tiene- muchas esperanzas en los nuevos descubrimientos de petróleo, los hidrocarburos no convencionales, y los biocombustibles.
La inapelable tasa de declive
El estudio del HSBC estima que, pasado ya el pico del petróleo, la tasa de declive de los yacimientos petroleros actuales se encuentra entre el 5% y el 7% anual; es decir, que el conjunto del sector produce entre 3 y 4,5 mbd menos cada año. El análisis muestra que el 81% del suministro actual de petróleo proviene de pozos que están en declive y que, de los 91 mbd que en promedio se extrajeron en 2016, 74 mbd provinieron de pozos en decadencia.
Basados en estos datos los investigadores del banco británico estiman que, asumiendo una tasa media de declive del 5% (la menor posible), en el año 2030 se estén produciendo 38 mbd menos que en la actualidad y 52 mbd menos en 2040.
Pero el consumo de petróleo, según la mayoría de los estudios prospectivos –entre los que se cuenta el de la AIE-, crecerá a un ritmo cercano a 1 mbd adicional anual en las próximas dos décadas de mantenerse el ritmo de crecimiento económico proyectado. Por lo tanto, en 2040 podría haber una producción máxima de petróleo de 25 mbd mientras que la demanda esperada estaría en torno a 110 – 120 mbd. Algo no anda bien.
Cerrar la brecha
El reporte que se viene comentando, echa por tierra varias de las esperanzas contenidas en los informes de la AIE. Los nuevos yacimientos que se descubren –uno de los pilares de sus expectativas – son cada vez menores. En la década de 1960 los pozos descubiertos alcanzaban volúmenes de entre mil y dos mil millones de barriles, pero en los últimos años los yacimientos descubiertos apenas alcanzan una media de 24 millones de barriles. Por lo tanto no se espera que nuevas reservas significativas puedan sumarse al stock mundial.
Las mejoras en los niveles de recuperación y la eficiencia de las tecnologías utilizadas –otra de las posibilidades incluidas en los informes de la AIE- no mejorarán el escenario según el HSBC pues solo acelerarán la producción a corto plazo. Estas técnicas, que retrasan el declive, solo estarían enmascarando lo que podrían ser tasas más altas de disminución en el futuro.
Finalmente, los investigadores no prevén que los otros líquidos de petróleo, los no convencionales o los biocombustibles, sean capaces de sustituir los enormes volúmenes de crudo que han podido entregar hasta ahora los yacimientos convencionales. Y mucho menos que lo puedan hacer a precios que posibiliten el crecimiento de la economía global, como ya se analizó en los artículos anteriores citados.
Pero más allá de la perspectiva de mediano plazo, el reporte del HSBC, prevé para el 2018 un precio del petróleo a USD 75 por barril, muy por encima de lo que han previsto las agencias gubernamentales como la propia AIE. Sin embargo, ambas perspectivas coinciden en algo: antes del 2020 habrá una nueva crisis petrolera signada por la caída de la producción y el alza de los precios. Y de esta ya no será tan fácil salir porque no habrá capacidad para ampliar la producción y bajar los precios como otrora lo hiciera la OPEP.
– Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)
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