Un concurso para que el premio se lo saque quien no jugó. Así quedó la Junta Central Electoral. Por encima del reglamento, por encima de la prudencia, por encima de lo que sea. Así son ellos, los que se consideran dueños del país.
No me diluiré en los detalles, tengo las palabras contadas.
¿Qué sí creo en la conformación de la JCE? Claro que no. No creo en nada que venga del PLD, y ellos fueron quienes la armaron. La oposición, que no se atrevió a pararse en dos patas luego del matadero electoral, fue muy ilusa al aspirar a una Junta de «consenso». El poder no se cede, y ellos tienen el poder, al menos dentro de las reglas de juego de esta carátula de institucionalidad, de esta burbuja grande y hueca.
Preparémonos a tener en el 2020 condiciones más injustas que en el 2016. Los que cuenten para las próximas elecciones con un órgano imparcial, que se alisten para fuñirse.
No soy pesimista, soy realista. Los cambios se construyen sobre realidades. Para ganar una guerra hay que estar claro de qué se enfrenta y en qué condiciones.
Ese hecho no me desanima, por el contrario, incrementa mi compromiso con un cambio social y político en nuestro país; hoy más necesario que nunca. Esa realidad me impone prepararme mejor, y actuar con más arrojo y determinación.
¿Qué si voy a llevar una candidatura en el 2020 a pesar de no confiar en la JCE? Claro que sí. No lo duden ni un segundo. He de desmontarle a este sistema que no se juega con la voluntad de un pueblo. Robar un voto es lo mismo que matar a un ciudadano, robarle su lugar en la sociedad. Y el que se meta con eso debe pagar, a la buena o la mala. Me confié una vez, pero ya no me vuelvo a confiar.
La lucha por la democracia no descarta métodos ni sacrificios. El que no esté claro de eso que se quite y de espacio al que si esté dispuesto a hacer lo que haya que hacer.
Cuento con mi familia, y con mis amigos; cuento con mi pueblo, con ese que se resiste a vender su voto, que se niega a perder su dignidad.
Adelante, ahora con más coraje, la lucha solo termina con la victoria del que tiene la razón.
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