Freddy

POR ALBERTO QUEZADA

Acudí con mi familia a ver la película Freddy. Junto a mis hijos Orlando, Bianny y mi esposa Ramona, arribamos a una de las principales salas de cine ubicada en una de las céntricas plazas de la Capital.

Era sábado por la noche, un día después del estreno del film cinematográfico en la República Dominicana. En honor a la verdad no había fila para comprar las boletas de entradas, la sala estaba medianamente llena y muy confortable.   

Todos en mi familia estábamos ansiosos por ver la película de uno de los exponentes del lenguaje audiovisual más trascendente del siglo XX y parte del siglo XXI.

Es que don Freddy Beras fue inmenso, encantador, frontal y controversial, sus actuaciones y comportamientos generaban pasiones, era difícil que su accionar en cualquiera de sus facetas pasara desapercibido.

Lo vivido por ese dominicano de excepción no es posible contarlo en una hora 45 minutos. Fue demasiada intensa su vida y trayectoria laboral para hacerlo en ese corto tiempo. 

Ahora bien, al margen de toda consideración crítica al film en términos técnicos porque no soy especialista del tema, quiero hacer una observación que quizás muchos han pasado alto, pero que no deja de ser interesante y preocupante. Espero que la observación no sea mal interpretada.

Siendo Fredy Beras Goico un hombre de familia, amante de su familia, cómo fue posible recoger parte de su vida y durante ese trayecto no hacer mención ni visibilizar a los hijos de su primer matrimonio, Freddyn, Ernesto y demás. Pienso que, sin esto, la historia contada está coja, incompleta.

No sé qué pasó ahí, me pregunté porque no incluyeron esa parte. Es sabido que todo lo que fue Freddy durante todo su paso por esta vida no puede contarse  ahí , pero esa parte tan fundamental para él, no creo conveniente haberla excluido.

Quizás mi preocupación en este relato está tocando zonas muy sensibles y hasta prohibidas considerarán algunos, pero a ellos les digo que el primero en apoyar esta posición de seguro sería Freddy.

Ese Gordo de oro amó con locura a todos sus hijos, lo cual era evidente por su responsabilidad hacia con ellos durante el proceso de crianza y formación. Repito, con todo respeto, los hijos de su primera familia debieron estar ahí. Por lo demás todo muy.

El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. Quezada.alberto218@gmail.com   

El Motín

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