Por Fernando A. De León
Los gobernantes tradicionales y nuestro litoral político, tienen que reformular qué clase de conglomerado conforman los haitianos; si es un Estado fallido o somos nosotros los que fallamos en nuestros criterios políticos.
Decimos esto, porque hemos visto cómo nuestros vecinos colocan representantes en la OEA y otros organismos de arbitraje, y son duchos en conflictos diplomáticos. No es totalmente cierto que Haití tenga un orden de cosas en extremo debilitado; solo son más pobres, y con una anomia socio-política y económica más grave que la de República Dominicana.
Cual que sea el mandato dominicano de turno, debe tener perspectivas políticas o perspicacia, para prever lo que puede provocar un conglomerado fronterizo como Haití, dominado por bandas criminales de iniciativas arbitrarias con respecto a República Dominicana. En nuestro caso, ser cabalmente político, es prevenir acertadamente.
Desde 2021 se debió “olfatear” que sus autoridades y empresarios podrían asumir medidas violatorias, con el desvío del cauce del río Masacre. No debemos trastabillar constantemente. Ante Haití, nuestros gobiernos deben siempre afinar su puntería geopolítica.
Por populismos y protagonismos circunstanciales, no debe haber desafortunadas precipitaciones con quienes han demostrado que, en litigios territoriales, son capaces de zarandearnos y humillarnos. Esto, muy a pesar de sus debilidades.
Aun con todas sus calamidades no se conmiseran por su etnia, negritud y miserias, frente las confrontaciones externas. Ya han dado muestras que suelen unificarse como un solo individuo.
Además, por no tener nuestra capacidad armamentista, no debemos descuidarnos. Porque aun con ese inconveniente, ante la comunidad internacional tienen el poder del débil. Siempre serán las víctimas y nosotros los abusadores.
A ello se suma que, a lo interno, es un pueblo diezmado, saqueado, abusado, y maltratado. Pero en circunstancias como la que nos compete ahora, a su modo, y con todos sus pesares, se tornan testarudos y tan nacionalistas o más que nosotros.
*El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.
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