El periodista y la política

 Oscar López Reyes

Como signo  de sociabilidad y categorización temática, la opinión periodística ara con influencia decisoria en los electores, más en esta temporada de escepticismo, especialmente de las “Fake news” (noticias falsas). Y, en ese amoldamiento, se redimensiona el clásico Walter Lippmann  (1889-1974), el columnista político de Estados Unidos más hojeado y reverenciado del siglo XX,  que apostilló que  “la opinión y la acción deberían  ser libres” y “la libertad es el más elevado y sagrado interés de la vida.

En una campaña electoral, la comunicación tapiza en función mediadora entre los actores políticos y los ciudadanos que acuden a las urnas. Ella se ramifica en cuatro ángulos: las noticias, la publicidad, las encuestas  y la opinión que, a su vez,  se desliza en otras cuatro lógicas convergentes: la estrategia, el financiamiento, los medios y las tecnologías.

En la puesta en escena de la batahola  comicial,  el juicio valorativo del columnista/articulista  creíble sobre la marca/candidato  visibiliza y multiplica los pareceres con solidez.  Corrobora e impugna los facilismos informativos inmediatistas.

El periodista juega dos roles separados: informativo y opinativo. Su ejercicio deslindado reclama un dominio académico/profesional y la apropiación de principios éticos.

El primer género, operativizado generalmente por el reportero,  exige imparcialidad: difundir acaecimientos, entrevistas, crónicas y reportajes, sin interpretaciones, como la incidencia de los actores socio-políticos, los protagonismos, coaliciones y éxitos electorales; el ascenso y descenso de los partidos políticos, las doctrinas y modelos filosóficos; las fuerzas contestatarias, las  protestas y sublevaciones populares; las fuentes de financiamientos públicos y privados a los partidos, sus gastos y reportes; la corrupción política y  la aplicación o no de sanciones.

Aunque el medio se identifique editorialmente con un candidato, su línea informativa demanda equilibrio, o sea, igualdad de espacio para cada competidor. El  Washington Post  se ajusta a ese principio.

El segundo paisaje –la opinión- está destinado a  emitir juicios valorativos, y es un  género para periodistas y también abierto a otros opinantes. Toca a estos observar, interrogar, reflexionar y conceptualizar, en sus  abordajes  analíticos, perfiles, programas, ideas, proyectos y apreciaciones de los productos/candidatos, así como los aconteceres que oscilan a su alrededor. Esas voces pensantes, por lo regular sin militancias partidarias o  independientes, exteriorizan preferencias explicativas y prejuicios ideológicos. Miradas….

¿Debe el periodista opinar sobre política?

Como ciencia y arte, la política hegemoniza el trance y vivencias de la sociedad, y como ciudadano con deberes y derechos, el periodista evalúa y cuestiona los aciertos y desatinos de los gobiernos, caracteriza a las agrupaciones políticas y los comportamientos de sus líderes; pondera los reclamos ciudadanos, las tensiones y la cohesión social, la evolución de las estructuras y modelos económicos, el reparto de la renta y las  desigualdades, las hiperinflaciones, las insatisfacciones colectivas, el populismo, los protagonismos, antagonismos y vanguardismos; revaloriza la democracia, los derechos humanos y las ofensivas/defensivas de los movimientos sociales.

En las líneas  precedentes se autentiza la estrecha e ineludible relación entre la política y el periodismo, por la incumbencia colectiva mutua. Ahora, ¿debe un periodista activar en favor de un candidato o militar en un partido?

La Constitución le otorga la prerrogativa de aspirar a un cargo en el ámbito de los poderes Ejecutivo –como el diplomático-, Legislativo y Judicial, así como en el municipal. Sus responsabilidades contractuales son atajos para el periodismo informativo –pierde su independencia, igual que si milita en un  partido-, pero no así para el opinativo, con transparencia y mesura.

El  clásico Lippmann expuso,  con viveza, que  “…ser edificante es más importante que ser veraz”,  y que “no puede haber otra ley superior en el periodismo que decir la verdad y dejar en evidencia el mal”.

El Motín

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