Martín Mestre

El padre que persiguió durante 30 años al asesino de su hija

La madrugada de este jueves, el prófugo Jaime Saade volverá reencontrarse a la fuerza con la vida que dejó pausada la mañana del 1 de enero de 1994. Aquel día de año nuevo, después de dejar con un hilo de vida a Nancy Mariana Mestre a las puertas de un hospital de Barranquilla, a Jaime Saade se lo tragó la tierra.

Una huida que duró tres décadas en la que el padre de la mujer de 18 años, que agonizó durante nueve días, se ocupó de que la sombra de su pasado no abandonara nunca al asesino. Martín Mestre persiguió a Saade con la determinación de que era lo único que tenía que hacer en esta vida. No lo encontró hasta 2019 en Brasil, cuando la condena ya entraba en su tiempo de descuento. Cuatro años después, Mestre, de 82, se sentará este jueves en silencio en el sillón café de su apartamento en Barranquilla mientras un avión devuelve a Saade a la casilla de salida. Por primera vez en tres décadas, este padre dormirá sin la ansiedad de levantarse otro día para buscar al asesino de su hija.

– Pienso darle punto y final a esta historia. Aunque uno nunca sabe- dice Mestre por teléfono a pocas horas de la extradición.

Lo que sabe Martín es que la historia de los últimos 30 años de su vida es la historia de mil derrotas y alguna pequeña victoria. Lo que sabe es que nunca, ni siquiera hoy, puede uno dar por hecho nada. Se pasó 26 años dando vueltas en círculos sin conseguir algo concreto. Cada semana, aún a riesgo de resultar “cansón”, acudía a los juzgados para que la orden de captura siguiera vigente.

Se sentía “una especie de Forrest Gump” contando a todos los que querían escucharlo, y los que no, la historia de su pérdida y su búsqueda. Usó las redes sociales para recabar datos -lo que incluso le valió alguna denuncia- y como miembro de la armada en la reserva hizo un curso de inteligencia del que sacó algunas tácticas de rastreo. Se olvidó de todo para concentrarse en lo importante y buceó en internet con una fe renovada cada mañana.

Ajeno a los desvelos de este padre sin hija, Jaime Saade, convertido en Henrique Dos Santos Abdala, un hombre en sus cincuenta casado y con dos hijos, vivía en Belo Horizonte (Brasil) restando en libertad una condena de 27 años de cárcel por asesinato. Si en julio de 2023 nadie lo había localizado, sería un hombre libre y sin cargos. Pero Mestre llegó antes. A través de algunos perfiles falsos con los que se adentró en grupos de Facebook del entorno de los Saade, Martín dirigió a la Interpol a Belo Horizonte, donde un día de principios de 2019, Henrique dos Santos fue detenido por primera vez. Esa mañana de enero, una llamada informando de la captura hizo caer a Mestre de rodillas llorando y dando gracias a Dios en el patio de su casa. Creyó que lo había logrado.

La extradición, que parecía un hecho, llegó a la Corte Suprema de Justicia de Brasil, donde dos jueces fallaron a favor y otros dos en contra por el tiempo transcurrido. El empate favoreció a Saade, que recuperó su libertad. Fue la primera vez que Mestre casi se da por vencido. “En este camino de 30 años siempre he encontrado a angelitos que me han ayudado. Margui [la abogada barranquillera Margarita R. Sánchez, socia de Miller & Chevalier (Washington)] llegó cuando ya casi se habían cerrado todas las puertas”, recuerda Martín.

Margarita R. Sánchez escuchó el caso a través de una amiga. Ella también recordaba a Nancy Mariana y decidió ayudar a su padre. Su bufete en Estados Unidos, sin cobrarle a la familia, inició una batalla legal contra la Corte brasileña para que rectificara y aceptara la extradición, algo que nunca nadie había logrado antes. Alegaron que el empate no era válido para un caso como este y que el delito no había prescrito. La Corte, en una decisión inédita, invalidó su primer fallo y aprobó la entrega del condenado a Colombia en medio de un poderoso alegato en contra de la violencia machista: los feminicidios no prescriben. Era abril de 2023.

Desde entonces hasta hoy, Saade incluso protagonizó un intento de huida en Brasil y algunas maniobras judiciales en Colombia para tratar de impedir su extradición. Todo ha resultado en vano. Este jueves una juez determinará el tiempo de condena que le resta por cumplir y dormirá en una prisión de Barranquilla por el asesinato de Nancy Mariana, una joven que estaba a punto de terminar el colegio y que la primera mañana de 1994 se despidió de su padre después de brindar por el nuevo año para dar una vuelta con el hombre que acabaría con su vida de un tiro en la cabeza.

Martín no sabe exactamente cómo será ahora cada día sin tener que buscar al verdugo de su hija, pero siente algo parecido a la paz

– ¿Le gustaría ver a Saade de frente?

– No tengo ninguna necesidad. Ya todo lo sé, él es el directo responsable.

El Motín

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