Complicidades

Por Fernando A. De León

 Dos inesperados acontecimientos recientes en República Dominicana, nos revela cómo la partidocracia y los políticos en la cúspide del poder se reparten el pastel, y esquilman constantemente al soñador e indefenso pueblo dominicano.

En primer lugar, queremos citar el caso del presidente del Partido Cívico Renovador que, al juramentar como su candidato presidencial al presidente Luis Abinader, lo acorrala y lo fuerza a jurar para que le dé un cargo en lo que resta de gobierno y, por cuatro años más, del mandatario repetir en el poder.

Aparte de que Jorge Radhames Zorrilla Ozuna, general retirado, en ese momento fue el Alter Ego de nuestros políticos del sistema, aunque fue un tanto imprudente, por lo menos fue sincero al entender que con todo y “cambio”, Abinader es un presidente más aferrado al clientelismo.

El otro caso que deprime, es la especie de la revista Forbes dando cuenta de que el exmandatario, Leonel Fernández Reina, tendría una fortuna personal de al menos 85 millones de dólares; otros dicen 100. En esto no se cuentan las supuestas millonadas en poder de sus testaferros de siempre.

El caso de Zorrilla Ozuna y el de Fernández Reina, evidencia lo que siempre hemos sido. El primero, cómo es que hacemos política y de qué seguimos nutriéndonos; y el otro, hasta dónde llegan nuestros políticos farsantes que dicen no estar interesados en el dinero y que reciben ayuda financiera de amigos y partidarios.

Pero, en este caso, si es así, nos preguntamos: ¿ninguno de nuestros principales activos políticos sabía ni sospechaba que Fernández Reina, con turbiedades, tenía una friolera millonaria en su haber? Sólo hay una respuesta: a nuestro fanatizado pueblo siempre lo han jodido. Incluso, en esta coyuntura, el exmandatario tiene más vigencia como candidato presidencial.

Y hay más. Se puede decir que, hasta los que están en el gobierno de turno, si no han caído en colusión, sí son cómplices. Y los son, porque para llegar al solio presidencial se han aliado a La Fuerza del Pueblo. Esto nos dice que todo protagonista en nuestro sistema político, de ningún modo, es cabalmente honesto. Cae de bruces la apelada honestidad.

En consecuencia, con sus diferencias y estilos, todos son los mismos. Su único interés es y seguir engatusando a fanáticos e infelices. Y partiendo de aquí, aunque falta más, podemos decir que en el país no hay un camino que nos conduzca por un sendero de decencia, justicia, y auténtica honestidad.

 *El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.

El Motín

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