Este domingo 12 de marzo se cumplirán cinco años, y parece que hubiese sido ayer. Recuerdo cada palabra y el tono de voz de mi padre cuando me llamó esa madrugada y me dijo: «mi hijo, vamos camino a Baní, tengo que darte una muy mala noticia: nos dicen que a tu hermano Francisco le dieron un tiro en la cabeza«. Todavía me estremezco al recordarlo. Luego me llamó para confirmarme: “mi hijo, ya no hay nada que hacer, tu hermano está muerto, tu madre está dentro junto a su cadáver”, luego añadió: “vengan, no vemos en la casa para que estemos todos juntos”.
Ese fue solo el inicio de una larga tragedia. No solo perder a un ser querido, que de por sí era un excelente ser humano y un ciudadano útil a la sociedad; también tener que adentrarnos en un proceso penal, donde hemos tenido que ver cómo los asesinos se nos ríen en la cara, ante un sistema de justicia complaciente con el criminal y brutal con las víctimas.
Cinco años y aún estamos en medio de ese proceso. En los tribunales de Bani tuvimos que ir a más 44 audiencias, que se reenviaban por antojo de la defensa de esos criminales, y claro, por la pusilanimidad de un tribunal incapaz de hacerse respetar. Y qué decir del Ministerio Público de Bani, cuya actuación solo puede definirse con una palabra: complicidad.
Seguimos en fase de apelación, sin saber aún porque fue asesinado Francisco. De lo que si estamos seguros es de que no fue un accidente. De eso no tenemos la menor duda. No por premonición, sino por largas jornadas de investigación y reuniones con testigos, la mayoría de los cuales no se atrevieron a testificar luego de ser asediados con amenazas; las cuales denunciamos ante la fiscalía, sin ninguna consecuencia.
La situación de un sargento de la policía, Luís Confesor Martínez Arias, que es uno de los implicados, que lejos de ser suspendido de sus funciones fue ascendido a teniente; así como los vínculos familiares y «laborales» entre los asesinos y el ahora suspendido juez Francisco Arias Valera. Nos hacen pensar muchas cosas, las cuales le hemos solicitado al Procurador General, tanto al actual como al anterior, que investigue, pero se nos ha hecho el caso del perro. Particularmente con Jean Alain Rodríguez lo más cerca que hemos llegado es a hablar por teléfono con «la asistente de su asistente» (aunque parezca una exageración es la realidad, tal cual).
Mi hermano, con su trágica muerte, nos ha enseñado la nefasta realidad de la justicia dominicana, muestra de un sistema perverso que privilegia al criminal y discrimina a las víctimas. Nos ha hecho conocer en carne viva una realidad que viven miles de familias en la República Dominicana. Nos ha hecho comprender la inminente necesidad de cambiar este régimen de corrupción e impunidad que lacera los derechos más fundamentales de nuestro pueblo.
A pesar del dolor, no dejamos de recordar a Francisco con alegría, con esa sonrisa en su rostro. No dejamos que todo el sufrimiento por el que nos han hecho pasar nos arranque su recuerdo de amor, cariño y solidaridad.
Agradecemos a todas aquellas personas que durante estos duros cinco años nos han dado muestras de sincera solidaridad. Su amistad, su apoyo, su afecto, ha hecho algo más llevadero este tortuoso proceso.
Este jueves 9 de marzo, a las 11:00AM será la lectura de la sentencia en grado de apelación, por ante la Segunda Sala de la Cámara Penal de la Corte de Apelación del Distrito Nacional (Palacio de Justicia del Centro de los Héroes). El domingo 12 de marzo, a las 6:30PM, tendremos una misa en su memoria en la Iglesia Santo Tomás de Aquino (Avenida Independencia antes de la Máximo Gómez).
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