Brasileños vuelven a protestar contra un gobierno de Dilma Rousseff

Río de Janeiro.- Miles de brasileños volvieron este domingo a las calles para protestar en casi un centenar de ciudades del país contra la corrupción y para exigir la salida de la presidenta Dilma Rousseff, cuya popularidad está en mínimos históricos pese a que sólo completó 102 días de su segundo mandato de cuatro años.

Las protestas fueron convocadas en las redes sociales por los mismos movimientos que se dicen independientes de los partidos políticos y que el 15 de marzo consiguieron congregar a cerca de dos millones de manifestantes en decenas de ciudades.

El número de manifestantes este domingo, sin embargo, fue muy inferior al del mes pasado, lo que fue minimizado por los organizadores e ignorado por el Gobierno, que en esta oportunidad se abstuvo de alinear ministros para dar respuestas.

En Sao Paulo, mayor ciudad de Brasil, uno de los principales fortines de la oposición y que el mes pasado registró una histórica protesta con cerca de un millón de personas, la marcha de hoy congregó a 275.000 manifestantes, casi la cuarta parte, según el primer cálculo divulgado por la policía.

En Brasilia el número de manifestantes cayó desde los 50.000 contabilizados por las autoridades el 15 de marzo hasta los cerca de 25.000 que, según la policía, marcharon hoy por la Explanada de los Ministerios, la ancha avenida de la capital del país sobre la que están ubicadas las principales sedes de los tres poderes.

En Río de Janeiro el número cayó de los 100.000 anunciados por los organizadores hace un mes a los 12.000 que marcharon hoy en la playa de Copacabana, y en Belo Horizonte de los 20.000 del 15 de marzo a 5.000 que la policía calculó hoy en la Plaza de la Libertad.

De acuerdo con el portal de noticias G1, las manifestaciones realizadas hoy en al menos 156 ciudades de 25 de los 27 estados del país congregaron a unas 575.000 personas.

«El problema no es el número de personas. Menos personas en la calle no significa menos insatisfacción. Por el contrario, puede hasta significar un aumento del desespero y la represión de una revuelta que puede ser más fuerte en algún tiempo», afirmó en su blog la líder ecologista Marina Silva, tercera candidata más votada en las dos últimas elecciones presidenciales.

Los organizadores de las protestas admitieron la reducción del número de convocados pero advirtieron que hasta las encuestas muestran que la insatisfacción continúa creciendo y la aprobación del Gobierno sigue en el suelo.

Según una encuesta divulgada ayer por la firma Datafolha, el 75 % de los brasileños aprueba las protestas y un 63 % apoya que el Congreso abra un juicio político con miras a la destitución de Rousseff, cuyo índice de aprobación continúa en el 13 % que tenía en marzo -el menor desde que asumió-, por su supuesta responsabilidad en el escándalo de corrupción de la petrolera Petrobras.

La corrupción es precisamente uno de los detonantes de las protestas, especialmente el gigantesco escándalo en el seno de la petrolera estatal, investigado desde hace más de un año y que ha ganado dimensión por la apertura de investigaciones a cerca de 50 políticos, en su mayoría oficialistas, que supuestamente recibieron sobornos de miles de millones de dólares desviados de Petrobras.

A diferencia de las protestas de 2013, cuando millones de jóvenes de clase media, principalmente, salieron a las calles para exigir más inversión en salud y educación, las de 2015 reúnen a familias enteras de clase media y alta que piden la salida de Rousseff.

Las protestas fueron convocadas en internet por grupos sin vínculo político como el Movimiento Ven a la Calle Brasil, Revoltosos Online y Movimiento Brasil Libre, pero la oposición rápidamente las apoyó y reforzó el discurso por la renuncia o un juicio político contra la jefe de Estado.

En algunas ciudades se registraron incidentes entre los manifestantes y algunos grupos minoritarios que defendían una intervención militar.

En todas las protestas los manifestantes marcharon vistiendo camisas con los colores amarillo y verde de la bandera nacional, en su mayoría de la selección de fútbol, y cargando letreros en los que expresaban sus reivindicaciones.

«Fuera Dilma», «Fin a la corrupción» y «Fuera el PT» (en referencia al oficialista Partido de los Trabajadores) eran los letreros -y los gritos- que se repetían en todas las ciudades, aunque no faltaban reivindicaciones regionales y de grupos específicos, como profesores y sindicalistas.

Los manifestantes, muchos usando pitos o haciendo tocar cacerolas, marcharon en un total clima de paz en ciudades que cerraron sus principales avenidas y que reforzaron la presencia policial para evitar incidentes.

El descontento en el país también ha sido generado por el deterioro de la economía, que sólo creció un 0,1 % en 2014 y puede sufrir una contracción del 1 % este año.

El Gobierno anunció un profundo ajuste fiscal, con la reducción de incentivos fiscales y el recorte de gastos, para hacer frente a esa coyuntura negativa, agravada por la subida de la inflación interanual a su mayor nivel en diez años, la escalada del dólar a su mayor valor en una década, el aumento del desempleo y el déficit récord en las cuentas públicas el año pasado.

Redacción

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