Otro “proyecto de desarrollo” que dizque iba a mejorar las condiciones de vida de los barahoneros fue, lo que de forma eufemística se le llamó “Astillero para Barcos”. Este proyecto apareció en el mismo momento que ya se había consensuado la construcción del Bulevar del malecón y se hacían los contactos con los propietarios de viviendas y terrenos del lado oeste de la carretera que va a Villa Central, a fin de lograr acuerdos sobre las intervenciones y las posibles afectaciones a sus propiedades.
La “empresa” responsable del proyecto respondía al nombre de M&D, Marines Repairs y la representaba una familia de apellido Díaz y en sus propósitos se decía que era un astillero para reparar embarcaciones menores.
Buscando informaciones, conocimos que la indicada empresa estaba radicada en Panamá y que allí su función era desguazar barcos para convertirlos en chatarras o materiales metálicos para su venta. Se conoció que ese tipo de negocios era muy rentable, pues solo se requería disponer de máquinas soldadoras, sierras, acetileno, sopletes y un grupo de metaleros que hagan la labor. Desguazar un barco es más rentable que mantenerlo en “pie”, después que ya no puede navegar.
Se conoce que un astillero requiere de una zona amplia que ocupe, tanto, área marina como área terrestre. Pues se deben tener plataformas que permitan sacar los barcos del agua y trabajarlos en un taller en tierra. Como se observa, eso requiere de tremendas maquinarias y mucho espacio libre. Si se observa toda la zona del muelle No. 6, donde se pretendía instalar el “astillero”, se nota que todo el espacio terrestre es muy estrecho y no hay posibilidad de tener ahí un real astillero.
También conocimos que en Bangladesh, cerca de la India, por el sur de Asia, existe la mayor zona desguazadora de barcos, también hay astilleros y todo tipo de instalaciones relacionadas con barcos. En ese lugar, las desguazadoras han presentado graves y serios problemas, porque las muertes y enfermedades por contaminación química son las constantes quejas de los grupos sociales y además, se suma a eso, las muy malas condiciones de trabajo de los metaleros y los extremos bajos salarios.
Los buques transoceánicos no están hechos para que puedan desmontarse. Están diseñados para soportar fuerzas extremas en algunos de los ambientes más hostiles del planeta, y muchos están construidos con materiales tóxicos, como amianto y plomo. Cuando los barcos se desmantelan en países desarrollados, la regulación es más estricta y el proceso es más caro, por lo que el grueso del desguace de buques se hace en Bangladesh, India y Pakistán, donde la mano de obra es barata y la normativa es mínima (lo mismo que se buscaba con su instalación aquí en Barahona).
Pocos países aceptan que se lleve a cabo en su territorio el desguace de los barcos viejos, pues esta actividad económica es peligrosa para la mano de obra y para el medio ambiente. De hecho, es una de las industrias menos reglamentada del mundo; de ahí su impacto devastador sobre el medio ambiente y el alto índice de accidentes profesionales que registra, muchos de ellos mortales.
«En promedio, cada una semana muere un trabajador en el astillero y cada día se lesiona un trabajador. Pero realmente parece que a nadie le importa, ya que los trabajadores son fácilmente reemplazables por los dueños del astillero… Si se pierde uno, saben que están esperando otros 10 para sustituirlo. El gobierno recauda los impuestos y hace la vista gorda», dice Mohamed Shahin, un oficial de grupo local de vigilancia Young Power in Social Action.
Las críticas del activista Muhamed Ali Shahin no se circunscriben a los desguazadores bangladesíes. También les reclama a los países de otras latitudes y a los países ricos, lo siguiente: «En vuestras playas de Occidente no permitís desguaces que contaminen vuestros países. ¿Por qué los trabajadores pobres de aquí deben arriesgar la vida para reciclar los barcos que vosotros no queréis?»
Seguiremos en la próxima entrega.
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