El destacado doctor dominicano radicado en New York, Juan Tapia-Mendoza, ganó un premio Emmy, otorgado por la Academia de Artes y Ciencias de la Televisión estadounidense en la 64 edición, en reconocimiento a la excelencia del documental histórico sobre su vida titulado “El grafitero que se convirtió en doctor”.
El video, que fue galardonado con el prestigioso premio en la categoría de interés humano-formato largo, relata la vida de quien es hoy uno de los pediatras más reconocidos al servicio de la comunidad en la Gran Manzana. Fue producido por la red global Aleteia en colaboración con la asociación médica SOMOS Community Care.
Somos Community Care es una red dedicada a reunir y afiliar médicos dedicados a prestar servicios en las áreas más necesitadas de la ciudad de New York. Es una comunidad con más de 2,500 doctores de varias nacionalidades, entre ellas indios, chinos, suraméricanos, americanos, entre otras.
Tapia-Mendoza nació en Santo Domingo, República Dominicana, en un barrio pobre de la ciudad. Luego migró junto a su madre hacia New York, Estados Unidos. Relató que en la década de los 60 esa ciudad era muy violenta y quien vivía en un barrio de migrantes o afroamericanos, y no pertenecía a una pandilla o ganga “prácticamente no podía salir de su casa”.
Eso lo llevó a la calle a edad muy temprana y estando en sexto grado ingresó a un pandilla llamada “Los Nómadas Salvajes”, donde se dio a conocer como el famoso grafitero Cat 87.
Usar el grafiti como forma de expresión, confesó que lo libró de caer en las drogas y los crímenes. Además, él siempre tuvo el sueño de ser doctor y sabía que después de los 18 años, si tenía récord criminal, eso le destruiría su sueño.
Finalmente entró a la universidad. Fue aceptado en Towson College Baltimore y luego continuó sus estudios de Medicina en su natal República Dominicana. Tras culminar su carrera, regresó a New York, pero debido a la situación económica familiar no pudo continuar la especialización y tuvo que ponerse a trabajar como taxista.
Dos años más tarde, logró estudiar pediatría en México. Posteriormente, terminó su especialidad, y gracias a varios mentores se inspiró en trabajar directamente en la comunidad y servir como ejemplo a las demás generaciones.
“La mayoría de los niños estaban acostumbrados a que los doctores no se parecían a ellos, estaban acostumbrados a anglosajones y cuando veían un doctor hispano, las madres no lo creían; un doctor que habla español. En ese momento mi mamá de nuevo hipotecó la casa en el 1992 y alquilamos una clínica. Y yo quería ser moderno. Pensé en Pediatrics 2000 y compré los equipos más modernos”, dijo.
Luego de varios años, cuando renovó el alquiler, mudó la clínica Pediatrics 2000 a la avenida 135, que anteriormente era un teatro, y de la mano de Hugo Martínez, combinó la medicina y el arte. Convirtieron la clínica, también, en una galería de arte en la cual solo exponen artistas callejeros y ayuda a jóvenes a recanalizar sus energías y reenfocar sus vidas.
Tapia-Mendoza dijo sentir satisfacción de ver cómo generaciones tras generaciones siguen viniendo a la clínica niños que él vio recién nacidos, convertidos en doctores, ingenieros, abogados, empresarios y maestros que hoy aportan a su comunidad.
“Y en los padres veo satisfacción, veo la cara de ellos porque sienten que nosotros somos una comunidad donde son tratados con respeto, con dignidad y aunque saben que tengan seguro público, van a ser tratados igual como si fueran a una clínica de Park Avenue”, manifestó.
Por eso sueña con que “otros jóvenes nos tomen la antorcha y continúen el trabajo y los que empiecen alguna carrera no se olviden de su comunidad. Y no piensen hacer una carrera para salir de nuestra comunidad. Lo importante es que nos quedemos en nuestra comunidad para que crezca y todos realizar el sueño americano”.
Expresó que como pediatra, él tiene la suerte de que su sueño se realiza cada día porque cada vez que habla con un padre, una madre, un niño o un adolescente “y juntos resolvemos un problema y veo cómo algún niño decide regresar a la escuela, ayudar a sus padres, dejar de hacer cualquier cosa mala que está haciendo, para mí es una satisfacción que no tiene precio; vale mucho más que la riqueza. Cada noche que yo me acuesto le doy gracias a Dios y lo que digo es sí lo logré otra vez”.
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