Por Luis Mayobanex Rodríguez
Coordinador Alianza País exterior
New York.- En el pensamiento y la obra de Juan Pablo Duarte encuentra Alianza País valores esenciales que le definen como un partido fundacional.
Definirnos como tal nos obliga a ser continuadores permanentes del pensamiento y la lucha de Duarte y los Trinitarios, así como de otras generaciones políticas que asumieron como razón de vida los ideales de independencia y soberanía nacionales, democracia, libertad y justicia social.
Asumir a Duarte como apóstol y guía de la Patria nos hace compromisarios de su profundo pensamiento anticolonial, rompiendo con la visión oficial, propia de fariseos, que lo levanta en este ámbito solo para oponerse a un tipo de colonialismo, pero para someternos como nación bajo el control de colonialistas e imperios preferidos.
En Alianza País siempre encontrará vida su proclama eterna de que la “Ley Suprema del pueblo dominicano es y será siempre su existencia política como Nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera”.
Este elevado ideal nos obliga a condenar el proceder histórico durante la primera República de la “fracción miserable” de malos dominicanos que un día resultaba sumisa al poder haitiano y luego abogaba por el proteccionismo francés y “más tarde anexionistas americanos y después españoles”.
Pero también nos compele a repudiar y condenar de manera enérgica a gobernantes que aun en el siglo XXI continúan entregando bajo nuevos y viles procedimientos nuestras riquezas y recursos naturales, a condicionar nuestra soberanía a través de onerosos prestamos con naciones imperiales y organismos financieros a su servicio y que al destruir el carácter productivo de la economía nacional convierten el territorio patrio en una especia de gran zona franca y a nuestros connacionales en un amasijo humano de consumidores con derechos ciudadanos cada día más reducido.
El Duarte de carne y hueso, rebelde, patriota y profundamente anticolonialista es el que nos guía y el que se hace merecedor de ser padre fundador de la nación. Es el que tenemos que rescatar del inmovilismo y de la cárcel intelectual en que le mantiene el poder político y cultural tradicional.
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