Oscar López Reyes
El tráfico fronterizo puntillea como indetenible, por más vigorosos que han sido los esfuerzos y ajetreos de los jefes de Gobierno del siglo XXI. Y, ¿por qué fallan los controles a cargo del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront), el Ejército y la Dirección General de Migración? Por aceptar sobornos y ser cómplices o negligentes, esos cuervos o traidores de la patria tendrán que ser purgados de las filas castrenses y castigados judicialmente.
Las estadísticas migratorias son ilustrativas del empeño, el sacrificio y la determinación de altas instancias y soldados sensibles y, en contraposición, del vicio, la corruptela y el mal olor de rasos y comandantes del más alto rango, que se hace necesario sean investigados en torno a la ostentación de riquezas.
Observemos los números: En el 2001 fueron repatriados 11 mil haitianos, en el 2005 subió a 20 mil, en el 2007 bajó a 10 mil, en el 2017 ascendió a 57 mil 713 y en el 2019 escaló a 67 mil 469.
A la inversa, entre el 2011 y el 2017, el Cesfront apresó a más de 400 mil nativos del Occidente de la isla que intentaron ingresar a territorio dominicano; en el 2020 las repatriaciones sumaron 59 mil 594, en el 2021 subieron significativamente a 156 mil 828 y hasta julio de 2023 habían sido expulsados 110 mil 465.
Con todo y eso, ¿por qué nuestras calles están repletas de esos extranjeros?
Incuestionablemente, militares enquistados en el Cesfront y el Ejército son el nudo gordiano del flujo migratorio, que encarnan la oscuridad y el demonio. Ellos son los que abren las puertas de entrada, en el espinazo de la corrupción, por lo que encuadran como cuervos.
Cómo se explica que un solo individuo sea repatriado decenas de veces y en breve entre, como Pedro por su casa. ¿Dónde están la inteligencia y la contrainteligencia, que no desmantelan las redes mafiosas que accionan en la zona limítrofe?
Sin el soborno, la complicidad o la negligencia miliciana, ¿cómo tantas embarazadas se desplazan, sin el más mínimo inconveniente, hasta las maternidades de Santiago, y La Altagracia y Los Minas de Santo Domingo?
Además de drogas, carros robados y una diversidad de mercancías, por la demarcación insular cruzan también nativos de 70 países, especialmente de Cuba, China, Colombia, El Líbano, Pakistán, Egipto y Africa, un amplio segmento de los cuales utiliza a República Dominicana como puente para viajar a Estados Unidos.
Esos aventureros llegan a Haití sin ningún inconveniente, por las vías marítimas y aéreas, porque no cuenta con un Ejército ni una Policía para vigilar o impedir el trasiego humano. Los informes indicaban que se ha constituido en un centro de operaciones del narcotráfico.
Con aportes de Estados Unidos y España, en el 2014 el gobierno instaló unas 50 cámaras de vigilancia en seis pasos fronterizos, monitoreadas desde una central en el Ministerio de Defensa, y el número de efectivos fue aumentado a más de dos mil, en un esfuerzo extraordinario de las autoridades.
La colocación de esas cámaras y el patrullaje por esa línea no ha impedido que diariamente ingresen al territorio nacional entre 200 y 800 haitianos y otros extranjeros, y por esa razón surgen las preguntas: ¿por qué? y ¿cómo detener ese peligroso flujo?
Los forasteros entran por cuatro pasos fronterizos oficiales, que son Juana Méndez, en Dajabón; Belledere, en Elías Piña; Malpasse, en Jimaní y Anses a Pitre, en Pedernales, donde extorsionan a los centinelas, y también cruzan simulando participar en los mercados bilanacionales que son efectuados de lunes y viernes.
Un tercer grupo penetra, especialmente por la noche, por 55 cruces informales habilitados en conucos o fincas, montes y montañas, y son guiados por los poteas o dominicanos que cobran entre dos mil y tres mil pesos para cruzarlos y alojarlos en ranchos hasta que se internen en campos o ciudades.
¿Y por qué no son atrapados en los chequeos de las carreteras?
La frontera se extiende por 376 kilómetros, una parte montañosa y aislada, y miles de guardias del Cesfront, que no alcanzan mínimamente para patrullarla, aparte del elevado presupuesto que conlleva su manutención.
Para reducir el flujo ilegal, habrá que colocar cámaras en los 55 cruces informales, aumentar el número de centinelas y someter a la Justicia a los poteas por violar la Ley 137-03 sobre Tráfico Ilícito de Migrantes y Trata de personas.
Adicional a los sobrevuelos de los aviones Super Tucanos, en el 2014 fueron instaladas unas 150 cámaras de seguridad en los puestos de chequeos fronterizos, con el otro objetivo de vigilar a unos “8,500 militares” que las custodiaban las 24 horas, para disminuir el tráfico de drogas, armas, personas y ganado.
Como las cámaras de alta resolución ni los Tucanos detuvieron la mudanza de los vecinos a la República Dominicana, el 20 de febrero de 2022 el presidente Luis Abinader inició la construcción de la muy aplaudida verja perimetral y de seis nuevas garitas móviles, para unirse a otras 13 existentes. Fantástico.
La verja o muro con sensores trepida como la elección más viable para salvaguardar la seguridad nacional, y en tanto avanza su construcción se impone sellar o acordonar militarmente la franja fronteriza, a propósito del próximo operativo de una fuerza policial internacional auspiciado por la ONU para yugular a las pandillas de criminales que asolan y controlan gran parte de Haití.
Tenemos que bloquear la frontera, al precio que sea, con ametralladoras de alto calibre, tanquetas de guerra, automóviles todoterreno y otros utensilios bélicos, para evitar una estampida de forajidos hacia el territorio dominicano, cuando arriben a Haití las tropas de Kenia y otras naciones. La circunstancia exige que protejamos la patria, contra capa y espada.
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