El MotínSe han tomado su tiempo, pero al final llegaron. Tras un largo silencio, ayer China envió sus felicitaciones a Joe Biden y Kamala Harris, presidente y vicepresidenta de Estados Unidos, por su victoria en los comicios del 3 de noviembre. Con sus palabras, acaban las especulaciones sobre cuándo reconocería formalmente Pekín su triunfo, y dejan sin su peso más pesado al grupo de los que todavía no se han pronunciado, donde permanecen Rusia, Corea del Norte o Brasil entre otros.
“Respetamos la elección del pueblo estadounidense y transmitimos nuestras felicitaciones al señor Biden y la señora Harris”, anunció el portavoz del Ministerio de Exteriores, Wang Wenbin. “Entendemos que el resultado electoral se decidirá según las leyes y procedimientos estadounidenses”, apostilló.
Desde que Biden declaró una victoria “clara” y “convincente” el pasado sábado y prometió unidad tras la polarización, decenas de líderes extranjeros reconocieron su victoria con mensajes de enhorabuena. No fue el caso de China, que ante las maniobras de Donald Trump por aferrarse a la Casa Blanca, esquivó pronunciarse a la espera de resultados definitivos. Ayer, el triunfo del demócrata en Arizona terminaba de asegurar su elección, por lo que Pekín decidió dar el paso sin aguardar a ver qué sucede en Pensilvania y Georgia.
Tanto en campaña como a posteriori, China ha evitado posicionarse a favor de ninguno de los candidatos. La segunda potencia mundial asume con naturalidad que la primera, aunque en decadencia, planea vender caro su declive y hará todo lo posible por evitarlo, ya sea demócrata o republicano quien la gobierne. Así lo demostraban los detalles publicados sobre el próximo Plan Quinquenal chino (2021-2025), que apuesta por la autosuficiencia tecnológica y el consumo nacional como vías de desarrollo futuro en un escenario cada vez más hostil e inestable.
De hecho, aunque la belicosa política de Trump sumió las relaciones bilaterales en su peor momento de la historia reciente, había en Pekín quien prefería una victoria del republicano. En su opinión, el todavía presidente es un factor que acelera el ocaso americano, y sus políticas de alejamiento de los aliados tradicionales y la retirada de las instituciones multilaterales favorecen a una China a la que se le brinda la oportunidad de rellenar el hueco que dejan vacío.
Mientras, con Biden en la Casa Blanca, se da por seguro que cambiarán las formas, pasando de la diplomacia (o falta de ella) mercúrica en Twitter a una de salón más tradicional y predecible. También es probable que se busque llegar a acuerdos de interés conjunto, como puede ser el caso del cambio climático, la lucha contra el coronavirus o los acuerdos nucleares con Irán.
Sin embargo, nadie en Pekín se hace ilusiones de que el demócrata se lo vaya a poner fácil. Si hace años consideraba que el auge de China podía beneficiar al mundo y propiciar una apertura del gigante asiático, esas esperanzas ya se desvanecieron, y no hace mucho tildó al líder chino, Xi Jinping, de “matón”.
Bajo su mando, parece probable que EE.UU. trate de restañar las relaciones internacionales dañadas por el “América primero”, e incluso retorne a esas instituciones de las que Trump ordenó salir. Aunque desde China ya hay quien ha dejado ver que sería buen momento para renegociar el acuerdo con el que se puso tregua a la guerra arancelaria, todo apunta a que Biden se mantendrá firme en ese flanco, incluso haciendo piña con otros países para hacer frente al poderío comercial y tecnológico chino. A buen seguro, Hong Kong, Xinjiang, Taiwán o la situación en el mar de China Meridional serán otros temas donde saltarán chispas entre ambos.
“Es muy difícil para ambos países dar un paso atrás en sus objetivos estratégicos fijos”, escribió recientemente el almirante retirado Yang Yi. “En la era posterior a la pandemia, las tensiones estructurales entre EE.UU. y China serán aún más agudas, y será muy complicado que las ‘medidas técnicas’ las resuelvan o alivien”, añadió.
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