Por Juan López
La pandemia del coronavirus (COVID-19), en este 2020, ha tenido un impacto trascendental en nuestro país (RD), principalmente, en la salud, la economía, las actividades socio-culturales y políticas que, indudablemente, repercutirán en el 2021.
En política, la COVID-19 generó un escenario atípico para las principales actividades proselitistas y los resultados de los comicios municipales (del 15 de marzo), congresuales y presidenciales (el 5 de julio) que, sin lugar a dudas, contribuyó con el panorama que se visualiza en las instituciones y liderazgo de la sociedad política RD.
Esas elecciones produjeron la alternancia en el control del gobierno (PRM-Abinader desalojó al PLD-Danilo), afectando la imagen del PLD, de su anquilosado liderazgo y llenando de incertidumbres sus perspectivas.
Ese cambio político que favoreció al PRM tuvo en la división del PLD un factor preponderante que podría potencializar al PRM, siempre y cuando las ejecutorias de su gobierno superen las novatadas, los frecuentes traspiés y el populismo que obsesiona al funcionariado perremeista; puedan controlar la estabilidad macroeconómica, evitar la inflación, conservar la paz social y sean capaces de sepultar sus orígenes perredeistas, preñado de grupismo, antagonismos y divisiones.
El triunfo del PRM-Abinader tuvo un determinante apoyo de la clase media urbana. Ese mismo sector también acudiría a la plaza de la bandera, a los medios de comunicación y redes sociales para demandar transparencia, acciones contra la impunidad y sanciones contra perremeistas cuyas ejecutorias se aparten de las expectativas que crearon.
Por igual, los comicios del 2020 profundizaron el proceso de extinción en que se encuentran el PRD y PRSC, como consecuencia de las rebatiñas internas, incapacidad política de sus dirigentes, la desconexión socio-política con la época y la desvinculación de los intereses de la nueva sociedad, en especial de las aspiraciones de la juventud.
Las crisis por las que atraviesan el PRD y PRSC, con frecuentes cuestionamientos contra sus principales dirigentes, incluso pidiéndoles sus renuncias, proyectan la inminencia de nuevas e importantes luchas por el control de las lánguidas estructuras que todavía les quedan, lo cual vislumbra un futuro incierto y acelera el proceso de extinción que padecen ambas organizaciones.
La anterior afirmación también se fundamenta en los ridículos porcentajes que obtuvieron el PRD (2.76 %) y el PRSC (1.78 %) en las pasadas elecciones, gracias a lo cual perdieron la categoría de partidos mayoritarios, por lo que dejarán de percibir las millonarias asignaciones que les entregaba la JCE, que les menguará las muy limitadas actividades que esas dos entelequias políticas realizaban.
El panorama político que, del 2020, heredan los tradicionales partidos pequeños es muy delicado: Por ejemplo, Alianza País (AP), en su quinta participación electoral consecutiva, se redujo a un pírrico 0.96 %, con evidente retroceso, mermando su incidencia en la sociedad y su simpatía popular.
También, marchando hacia atrás, los otros 21 partidos pequeños, denominados bisagras, que participaron en los pasados comicios del 5 de julio, disminuyeron sus votaciones, a tal grado que ninguno llegó al 1 %.
El panorama del 2020 induce a esta «atrevida» proyección: La competencia política de cara al 2024 estará focalizada en el gobernante PRM buscando la reelección; mientras que, compitiendo por la principalía en la oposición política estarían el PLD y FP, cuyas expectativas políticas se condicionan a los resultados de sus congresos, a las experiencias y acciones de sus líderes, y a los procesos judiciales que, en persecución contra supuestos actos de corrupción, podrían llevar a varios exfuncionarios a los tribunales, a partir del 2021.
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