Nudismo, comida gourmet y asistencia mental: así serán los festivales del futuro

La industria musical anglosajona consolidó el actual modelo de festival, desde Woodstock a Coachella, pasando por Glastonbury. Por eso es interesante un reciente reportaje del diario The Guardian, que revela cinco tendencias para el futuro inmediato. La fiebre festivalera no remite: catorce millones de adultos británicos se plantearon asistir a un festival en 2015. La clave es que el público valora cada vez más la atmósfera de las citas, por encima de los grandes nombres del cartel. Estos son los cambios que se avecinan.

Participación

Los datos de la Asociación de Festivales Independientes (AIF) son demoledores: el 58 por ciento de asistentes escogen festival por el ambiente del recinto, frente al 7 por ciento que se deciden por las grandes estrellas contratadas ese año. Por eso crecen festivales como el Burning Man, en el desierto de Nevada, donde la música es secundaria respecto a la interacción humana. “Vivimos el deseo de dejar de ser simples espectadores y pasar a ser participantes”, explica Fred Fellowes, del festival Secret Garden Party, conocido por sus actividades surrealistas, desde trampolines nudistas hasta guerras de pintura, pasando por esculturas flotantes y sesiones matinales de meditación.

Las crónicas sobre el encuentro suelen incluir la frase “también hay grupos de música”. El festival Shambala apuesta por el circo, las procesiones de samba y los talleres de baile para niños. Hay que decir que, en los años noventa, la cita itinerante estadounidense Lollapalooza ya incluía freak shows, monjes shaolín y realidad virtual.

Gastronomía

Basta echar un vistazo a los reality shows de la tele o visitar los blogs más populares de los diarios para comprobar el peso que la gastronomía tiene para el gran público. En este campo, destaca el festival Wilderness, que desde 2011 ha apostado por la oferta culinaria. “Comenzamos a invitar chefs para preparar banquetes en largas mesas colectivas. La idea tuvo tanto éxito que tuvimos que aumentar los cocineros y restaurantes cada año”, explica Clare Isaacs, responsable del programa de comida del festival. Ahora también se celebran conferencias donde cada restaurador comparte trucos, enfoques y anécdotas.

España, mundialmente famosa por su gastronomía, lo tiene todo para apuntarse al carro. Festivales como el Rototom (Benicàssim) ya destacan por la variedad de su oferta, que abarca desde Japón al Caribe, pasando por sabrosas y accesibles opciones vegetarianas. ¿Tendrá pronto Ferrán Adriá escenario propio en el Primavera Sound? ¿Llevará Jordi Cruz los food trucks del Sónar? ¿Sudará Chicote cada verano en Benicàssim? No sería nada extraño.

Estrellas veterana

Los cabezas de cartel de los festivales son cada vez más viejunos. En 1995, durante la llamada “explosión alternativa”, su media de edad era de 35 años, pero en 2015 subió hasta los 45. Antes costaba siete años recorrer la trayectoria que va desde un escenario pequeño al principal, mientras que hoy se necesitan diecisiete. Mark Davy, responsable de Music Venue Trust, tiene claro que esta tendencia está relacionada con la decadencia de la red de salas británicas.

“Las bandas hacen tours cada vez más cortos. Eso complica mucho cimentar una base de seguidores. Antes las giras tenías treinta fechas, hoy no pasan de doce. Por eso los programadores de festivales prefieren bandas veteranas, que tienen su público consolidado hace décadas, antes que nuevos valores que están en construcción”, apunta. Entre 2007 y 2015, Londres contaba con 136 salas de conciertos, de las hoy sobreviven 88.

Realidad virtual

La veda se abrió en 2012, cuando el rapero Snoop Dogg hizo un dueto con un holograma del fallecido Tupac Shakur en Coachella (California). Este año, el festival ha ofrecido a todos los compradores de entrada un visor de realidad virtual, hecho de cartón, que se combina con un aplicación gratuita en el teléfono inteligente. Sammy Andrews, asesor tecnológico en la empresa Entertainment Intelligence, adelanta un futuro donde el público podrá disfrutar de los festivales desde el sillón de su casa o vivir experiencias de realidad aumentada en los recintos.

“La realidad virtual es inmersiva, da igual donde estés, mientras que la realidad aumentada enriquece el recinto por el que te desplazas. Este año es muy temprano para la mayoría de los festivales, pero las implantación de realidad virtual y aumentada avanza más deprisa de lo que piensa la industria”, apunta.

Salud mental

Todos los veteranos de los festivales hemos visto veinteañeros vomitando, desplomados en el césped o “colocados” por encima de sus posibilidades. Katy McLeod, de la empresa Chill Wellfare, se dedica a minimizar el impacto de estos problemas. “A  veces, es culpa del abuso de sustancias, otras tiene que ver con el cambio de rutinas, que afectan los patrones de sueño o alimentación. Para nosotros, los festivales también son una oportunidad de comunicarnos con gente que sufre problemas mentales y que están más abiertos a discutirlos en un ambiente lúdico que en el entorno de su vida cotidiana. Nuestro objetivo consiste en escuchar: es increíble la cantidad de gente que no tiene a nadie que preste atención a sus problemas”, explica.

En España, Energy Control ofrece en sus casetas la posibilidad de confirmar que no te han engañado en el contenido de las drogas compradas. El año pasado, el británico Bestival inauguró una zona llamada Slow Motion (cámara lenta), enteramente dedicada al bienestar, con espacios de meditación, escalada y spinning al ritmo de discjockeys de renombre.

Redacción

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