La dialéctica y el Movimiento Urbano

Por Alberto Quezada

La sociedad dominicana de este siglo XXI camina de manera increíble por senderos impensables de deterioro que a los ciudadanos más reflexivos los debe estar convocando a un profundo y urgente análisis de cuál podría ser el destino de esta media isla si continua por ese camino en los próximos 10 años.

Quiero dejar claro, que estoy consciente de que todo en la vida es dialéctico, que nada puede permanecer igual, que todo cambia o se transforma y que es impensable creer que en este tiempo de posmodernidad es posible estar viviendo como en el siglo pasado o en el paleolítico inferior. Dios nos libre.

Ahora bien, porque estemos conscientes de esa realidad no significa que debemos asimilar como bueno y válido que en plena era del conocimiento y el desarrollo tecnológico, tengamos que aceptar las absurdas glorificaciones a ciertos comportamientos, contenidos y referentes urbanos, que lo que hacen es embrutecer y dañar a la sociedad.

Por ejemplo, a mí no hay quien me meta en la cabeza la idea como algo válido y positivo, por más que haya cambiado el mundo, que el modelo de conducta que debe seguir la actual generación de jóvenes, es la que representa el nuevo movimiento urbano con toda su descarga de incitación al consumo de drogas, sexo a destiempo, vulgaridad y otras diabluras.

Pero lo más vergonzoso, tolerar que desde distintas plataformas, por cierto muy hermosas y costosas, sus impulsores, productores, creativos y propietarios, cometan el atrevimiento de difundir a esa audiencia envilecida por sus mensajes nocivos, que ellos, sin ningún tipo de formación técnica ni profesional formal, están a la altura de figuras emblemáticas de la comunicación televisiva como los fenecidos Freddy Beras Goico y Yaqui  Núñez del Risco. Por Dios.

Y que no me vengan con la solfa de que soy un amargado, resentido, frustrado, que se aferra al pasado como una manera de detener el presente, no, apoyo a las nuevas generaciones de manera rabiosa, porque soy parte de ella, pero a lo que sí me opongo es hacia todo aquello que frene y equivoque el camino del desarrollo sano de la República Dominicana.

Pienso que, por el tema tratado hoy en esta columna, muchos lectores se estarán preguntando si su autor se ha enganchado a farandulero o se volvió loco, por ahora ninguna de las dos son ciertas. Eso debe quedar claro.

El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. Quezada.alberto218@gmail.com

El Motín

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