Kosovo, el enclave de EEUU que adora a Bill Clinton y tolera al crimen organizado

Estatuas de Bill Clinton, calles con el nombre de George Bush, ingresos per cápita miserables y grupos del crimen organizado que trafican armas, personas y órganos son algunos de los sellos más negativos de Kosovo, el país autogobernado donde EEUU mantiene su base militar muy cerca de Serbia y, por supuesto, de Rusia.

Tras los bombardeos por parte de la OTAN realizados en 1999, se desencadenó una tragedia que dejó miles de civiles muertos y un territorio idóneo para que Occidente, específicamente Estados Unidos, se instalara en suelo kosovar para desplegar sus intereses estratégicos en la zona de Los Balcanes.

Aunque Kosovo obtuvo su independencia en 2008, ni la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ni muchos países del mundo la reconocen como un Estado-nación. Por el contrario, organizaciones como Amnistía Internacional y periodistas de diferentes latitudes han reportado que este lugar es un caldo de cultivo para la delincuencia organizada y el paramilitarismo: consecuencias directas que dejó la intervención militar estadounidense en las Guerras Yugoslavas (1991-2001) bajo la ya conocida justificación de llevar la democracia a supuestas tierras socialistas sin libertades.

Sin embargo, hay un interés que mantiene Washington en Kosovo desde 1999: establecer base militar que, de algún modo, cerque a dos países que, históricamente, ha visto como rivales en la lucha geopolítica por el poder mundial: Rusia Serbia, dos aliados históricos, aseguran en entrevista expertos consultados por Sputnik.

Kosovo vuelve a ser noticia en todo el mundo luego de que, a inicios de agosto, crecieran las tensiones entre el Gobierno de primer ministro kosovar, Albin Kurti, y la Administración del presidente serbio, Aleksandar Vucic. ¿La razón? Kosovo se empeña en obligar a los ciudadanos serbios que viven en su territorio a que cambien sus matrículas y papeles de identificación oficiales para poder transitar libremente. Desde hace muchos años, miles de serbios trabajan y residen en suelo kosovar.

Ante esta situación, Belgrado ha mostrado su preocupación por los recientes acercamientos entre Kosovo y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que incluso amenazó con intervenir en la región «si se pone en peligro la estabilidad en el norte de Kosovo», un hecho que fue considerado como intimidante por las autoridades serbias.

«Recordemos que, hace más de 20 años, la OTAN, de la mano de Washington, intervino en Kosovo para que este se independizara totalmente de Serbia, que siempre ha sido el país más fuerte de los Balcanes. De alguna manera, este conflicto kosovar, igual que muchos otros, es el resultado de una Guerra Fría que no termina y que confronta a Estados Unidos con las naciones que ya no quieren aceptar su hegemonía [como Rusia, China o Serbia, por ejemplo]», señala Palacios Cabrera, quien también ha publicado ensayos sobre Europa del Este y Asia Central para el Foro Internacional del Centro de Estudios Internacionales (CEI) del Colegio de México.

Pese a que la Unión Europea (UE) ha tratado que Serbia Kosovo lleguen a un acuerdo que prevenga un conflicto, la realidad es que todavía no se alcanza ninguno e incluso la OTAN sigue desplegando a sus tropas de la llamada Fuerza Internacional de Seguridad. El presidente serbio ha respondido de forma categórica: defenderá a sus ciudadanos hasta las últimas consecuencias.

Y Rusia, como aliado, salió en defensa de Belgrado, al que demostró su apoyo y condenó las decisiones tomadas por el primer ministro kosovar, Albin Kurti.

Aníbal Garzón, sociólogo español por la Universidad Autónoma de Barcelona y maestro en Cooperación y Desarrollo Internacional por la Universidad Politécnica de Cataluña, es claro: en los últimos meses, la OTAN ha potenciado los conflictos territoriales entre Taiwán y China; Serbia y Kosovo; Donbás y Rusia, y Sahara y Marruecos. Y todo debido a «la pérdida de la hegemonía de Estados Unidos en el nuevo escenario internacional multipolar y multicéntrico».

El Motín

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